Diario De Un Naufragio, Noches De Bar
Marc llegó con Joan y con la recaudación del día al bar de siempre. El bar de siempre era el típico bar de marineros, barra de material, con azulejos blancos y azules, terminados en una plancha de metal que servía como barra propiamente dicha.
El espacio era rectangular, con las paredes pintadas en blanco, y alicatadas hasta la mitad, con azulejos idénticos a los anteriores. Un par de ventanas hacían de lámparas de luz para el bar. Varias mesas y sillas de madera sueltas por el espacio, donde varios marineros ultimaban su cena antes de empezar con el ron.
Marc y Joan se apostaron en una de las mesas vacías y esperaron a que el dueño se fijara en ellos. Hasta que por fín lo hizo y comenzaron con su particular obra de teatro...
-...no tenemos tanto dinero para eso Marc, yo pienso pedir un bocadillo de queso para que me de para un poco de ron.
- Bueno, bueno, entonces te haré caso y pediré lo mismo.- dijo Marc con falsa resignación.
- Buenas caballeros, por deciros algo, veo que tienen claro sus pretensiones para esta noche.- dijo el dueño, con una sonrisa.
- Si, mi buen amigo, debido a nuestra falta perenne de dinero, pediremos dos bocadillos de queso.- Joan acentuó su cara de pena, para así hacer efecto.
- Bueno como siempre os sirvo lo mismo, hoy haré una pequeña excepción en nuestra regla.
Marc y Joan fingieron cara de asombro ante este signo de buena voluntad del dueño del bar. A los pocos minutos les llegaron sendos platos de potage de esta mañana, que aunque caliente se notaba que no era de hoy precisamente. Pero sin hacerles asco alguno comenzaron a comer, hasta hartarse como hacía tiempo que no hacían. Marc miró a Joan intentando buscar su mirada para dar el visto bueno al segundo acto de su particular obra. Joan asintió con sonrisa maliciosa.
- Mi buen amigo, ¿puede venir un momento?
- Claro que sí, para los anfitriones de esta noche no tardo,¿que desean más?- dijo el dueño con cara de satisfacción al ver que los platos estaban casi recien fregados de lo limpios que estaban.
- Pues mire usted, mi compañero y yo venimos aquí cada noche, y siempre salimos con un bocadillo y un poco de vino. Pero hoy es el cumpleaños de aquí mi compañero, y me preguntaría si su bondad llegaría a tal extremo de invitarnos a un par de copas de ron.
-Claro que si, ¡Por supuesto!. Roberto, coje la botella de ron y tres vasos, y tráelos aquí a la mesa, que celebramos un cumpleaños.- dijo el dueño con entusiasmo.
Cuando hubo terminádose la botella Marc y Joan se compadecieron de este pobre hombre, pero duró poco, asi que fueron al acto final de su obra de teatro para luego marcharse con cara de felicidad a su cama de cartón.
-Ya para marcharnos con tranquilidad, le queremos pedir un último favor, señor mío.
- Comentadme.- dijo el dueño, un poco pensativo.
- ¿Nos podría dar un par de bocadillos para la madrugada?. Usted bien sabrá que el hambre debía de ser pecado capital, pero nuestra humilde clase no nos ayuda a saciar nuestro pecado cada día.- dijo Marc con toda la pena en la voz.
- Si caballeros, una noche es una noche y esta está llegando a su final.
Al cabo de los pocos minutos el dueño apareció con sendo bocadillos de queso y chorizo para cada uno, además de una pequeña bota de vino para ambos. Los dos amigos despidieron al dueño con honores de rey hasta la mañana siguiente que volvieran. Sin embargo, y para tranquilidad de los dos, se marcharon a la cama contentos y satisfechos, ya que todavía conservaban las 600 pesetas, y noches de bar como esa, no se viven todos los días...
El espacio era rectangular, con las paredes pintadas en blanco, y alicatadas hasta la mitad, con azulejos idénticos a los anteriores. Un par de ventanas hacían de lámparas de luz para el bar. Varias mesas y sillas de madera sueltas por el espacio, donde varios marineros ultimaban su cena antes de empezar con el ron.
Marc y Joan se apostaron en una de las mesas vacías y esperaron a que el dueño se fijara en ellos. Hasta que por fín lo hizo y comenzaron con su particular obra de teatro...
-...no tenemos tanto dinero para eso Marc, yo pienso pedir un bocadillo de queso para que me de para un poco de ron.
- Bueno, bueno, entonces te haré caso y pediré lo mismo.- dijo Marc con falsa resignación.
- Buenas caballeros, por deciros algo, veo que tienen claro sus pretensiones para esta noche.- dijo el dueño, con una sonrisa.
- Si, mi buen amigo, debido a nuestra falta perenne de dinero, pediremos dos bocadillos de queso.- Joan acentuó su cara de pena, para así hacer efecto.
- Bueno como siempre os sirvo lo mismo, hoy haré una pequeña excepción en nuestra regla.
Marc y Joan fingieron cara de asombro ante este signo de buena voluntad del dueño del bar. A los pocos minutos les llegaron sendos platos de potage de esta mañana, que aunque caliente se notaba que no era de hoy precisamente. Pero sin hacerles asco alguno comenzaron a comer, hasta hartarse como hacía tiempo que no hacían. Marc miró a Joan intentando buscar su mirada para dar el visto bueno al segundo acto de su particular obra. Joan asintió con sonrisa maliciosa.
- Mi buen amigo, ¿puede venir un momento?
- Claro que sí, para los anfitriones de esta noche no tardo,¿que desean más?- dijo el dueño con cara de satisfacción al ver que los platos estaban casi recien fregados de lo limpios que estaban.
- Pues mire usted, mi compañero y yo venimos aquí cada noche, y siempre salimos con un bocadillo y un poco de vino. Pero hoy es el cumpleaños de aquí mi compañero, y me preguntaría si su bondad llegaría a tal extremo de invitarnos a un par de copas de ron.
-Claro que si, ¡Por supuesto!. Roberto, coje la botella de ron y tres vasos, y tráelos aquí a la mesa, que celebramos un cumpleaños.- dijo el dueño con entusiasmo.
Cuando hubo terminádose la botella Marc y Joan se compadecieron de este pobre hombre, pero duró poco, asi que fueron al acto final de su obra de teatro para luego marcharse con cara de felicidad a su cama de cartón.
-Ya para marcharnos con tranquilidad, le queremos pedir un último favor, señor mío.
- Comentadme.- dijo el dueño, un poco pensativo.
- ¿Nos podría dar un par de bocadillos para la madrugada?. Usted bien sabrá que el hambre debía de ser pecado capital, pero nuestra humilde clase no nos ayuda a saciar nuestro pecado cada día.- dijo Marc con toda la pena en la voz.
- Si caballeros, una noche es una noche y esta está llegando a su final.
Al cabo de los pocos minutos el dueño apareció con sendo bocadillos de queso y chorizo para cada uno, además de una pequeña bota de vino para ambos. Los dos amigos despidieron al dueño con honores de rey hasta la mañana siguiente que volvieran. Sin embargo, y para tranquilidad de los dos, se marcharon a la cama contentos y satisfechos, ya que todavía conservaban las 600 pesetas, y noches de bar como esa, no se viven todos los días...
Jajaja me gustó la historia en si, pero que sean tan caraduras... me dio hasta pena el pobre dueño del bar jajaja
ResponderEliminarTodo lo que hay por aquí, lo escribiste tú?
ResponderEliminarPor cierto, viendo tu música, veo que tienes una canción de la Sombra del Viento, te lo has leido? No sabía que tuviera banda sonora.. me gustaa!!!