Tenebris Passiones, Interludio.
Roma
Primavera del 217 a.C.
Emilia estaba sentada con su madre en la habitación que tenÃan los esclavos en la domus de Marco Lucio Celsus. HabÃa ido a verla para contarle como se encontraba tras todo lo que habÃa pasado en las últimas horas en la casa de su nuevo dueño, y lo que habÃa hecho por ella en tan poco tiempo. Lejos quedaba para ella la discusión que habÃa tenido con su madre antes de marcharse de allà mismo. Decidió hablar para contarle todo y romper asà aquel silencio que la estaba martirizando, al fin y al cabo era su madre y era lo único que tenÃa en Roma, y en el mundo entero.
- Todo ha cambiado en tan poco tiempo. Hace un dÃa estaba aquà y ahora tengo un nuevo dueño y una nueva domus donde servir.
- ¿Cómo te trata tu nuevo dueño, hija mÃa?
- Bien madre. Me ha comprado nuevas vestimentas para servir y me han encomendado el cuidado de su primogénito.
- Está bien. SabÃa que Marco Lucio Celsus no te iba a vender a una mala familia. Ellos cuidarán de ti mejor que yo de ti.
- Bueno... No todo ha ido tan bien madre. La dueña, y esposa de Cneo Cornelio Aculeo me ha comunicado sus intenciones de no contar con mis servicios por mucho tiempo. Dicen que los esclavos mueren sin que nadie les eche en falta... - agachó la cabeza, frustrada.
- No puedes hacer nada cariño. Son tus dueños, y aunque aquà no tengas ya a nadie, yo seguiré rezando a los dioses por ti y tu bienestar. - le sonrió con afecto y amargura.
El silencios se hizo de nuevo el rey de la conversación. Emilia sabÃa que no podÃa retrasar demasiado el momento de su marcha y decidió no contarle más. Notaba a su madre preocupada y lo menos que querÃa era infundarle nuevos pensamientos lúgubres. Se levantó y le dio dos besos y se despidió.
- Me voy madre, me esperan en la domus de Cneo Cornelio Aculeo y he de estar allà para cuando requieran mis servicios.
Y tras esto, no dejó que su madre dijera nada. Un nuevo abrazo siguió a la frase, para luego girar sobre sus talones y salir a las calles de Roma con pequeñas lágrimas en los ojos. SentÃa el frÃo recorrer su cuerpo y la vestimenta nueva que le habÃa comprado su dueño. Callejeó intentando que el tiempo pasara deprisa. PreferÃa una azotaina a lo que su nuevo amo le querÃa mostrar. Vio que el sol iba a caer de nuevo y la noche romana se alzarÃa para la felicidad de muchos, y para desdicha para otros, como ella. Siguió caminando y tras entrar en la domus, escuchó dos palmadas. Reclamaban su presencia y debÃa acudir.
Instantes después estaba en el atrio para escuchar las nuevas órdenes. Le sorprendió ver al padre de su nuevo amo. No quiso pensar más de lo preciso.
- Esclava, se lo que mi hijo te habÃa pedido esta noche, pero yo, pater familias de esta casa, te ordeno que me acompañes a resolver varios asuntos en esta noche.
Ella asintió sin mostrar emoción alguna, aunque por dentro sonriera abiertamente. Su amo le habÃa librado de una noche de amor forzado con su primogénito. Al salir de nuevo a la noche de Roma detrás de su amo, decidió sonreir y disfrutar de aquellos momentos que aquel hombre le regalaba. Al final serÃa cierto lo que contaban de él en el Macellum. Era un gran hombre, y ahora, por todos los dioses, se lo estaba demostrando.
Primavera del 217 a.C.
Emilia estaba sentada con su madre en la habitación que tenÃan los esclavos en la domus de Marco Lucio Celsus. HabÃa ido a verla para contarle como se encontraba tras todo lo que habÃa pasado en las últimas horas en la casa de su nuevo dueño, y lo que habÃa hecho por ella en tan poco tiempo. Lejos quedaba para ella la discusión que habÃa tenido con su madre antes de marcharse de allà mismo. Decidió hablar para contarle todo y romper asà aquel silencio que la estaba martirizando, al fin y al cabo era su madre y era lo único que tenÃa en Roma, y en el mundo entero.
- Todo ha cambiado en tan poco tiempo. Hace un dÃa estaba aquà y ahora tengo un nuevo dueño y una nueva domus donde servir.
- ¿Cómo te trata tu nuevo dueño, hija mÃa?
- Bien madre. Me ha comprado nuevas vestimentas para servir y me han encomendado el cuidado de su primogénito.
- Está bien. SabÃa que Marco Lucio Celsus no te iba a vender a una mala familia. Ellos cuidarán de ti mejor que yo de ti.
- Bueno... No todo ha ido tan bien madre. La dueña, y esposa de Cneo Cornelio Aculeo me ha comunicado sus intenciones de no contar con mis servicios por mucho tiempo. Dicen que los esclavos mueren sin que nadie les eche en falta... - agachó la cabeza, frustrada.
- No puedes hacer nada cariño. Son tus dueños, y aunque aquà no tengas ya a nadie, yo seguiré rezando a los dioses por ti y tu bienestar. - le sonrió con afecto y amargura.
El silencios se hizo de nuevo el rey de la conversación. Emilia sabÃa que no podÃa retrasar demasiado el momento de su marcha y decidió no contarle más. Notaba a su madre preocupada y lo menos que querÃa era infundarle nuevos pensamientos lúgubres. Se levantó y le dio dos besos y se despidió.
- Me voy madre, me esperan en la domus de Cneo Cornelio Aculeo y he de estar allà para cuando requieran mis servicios.
Y tras esto, no dejó que su madre dijera nada. Un nuevo abrazo siguió a la frase, para luego girar sobre sus talones y salir a las calles de Roma con pequeñas lágrimas en los ojos. SentÃa el frÃo recorrer su cuerpo y la vestimenta nueva que le habÃa comprado su dueño. Callejeó intentando que el tiempo pasara deprisa. PreferÃa una azotaina a lo que su nuevo amo le querÃa mostrar. Vio que el sol iba a caer de nuevo y la noche romana se alzarÃa para la felicidad de muchos, y para desdicha para otros, como ella. Siguió caminando y tras entrar en la domus, escuchó dos palmadas. Reclamaban su presencia y debÃa acudir.
Instantes después estaba en el atrio para escuchar las nuevas órdenes. Le sorprendió ver al padre de su nuevo amo. No quiso pensar más de lo preciso.
- Esclava, se lo que mi hijo te habÃa pedido esta noche, pero yo, pater familias de esta casa, te ordeno que me acompañes a resolver varios asuntos en esta noche.
Ella asintió sin mostrar emoción alguna, aunque por dentro sonriera abiertamente. Su amo le habÃa librado de una noche de amor forzado con su primogénito. Al salir de nuevo a la noche de Roma detrás de su amo, decidió sonreir y disfrutar de aquellos momentos que aquel hombre le regalaba. Al final serÃa cierto lo que contaban de él en el Macellum. Era un gran hombre, y ahora, por todos los dioses, se lo estaba demostrando.
Pero que cortito se me ha hecho este capÃtulo tan ansiado!, jajaja >.<
ResponderEliminarPues parece ser que sÃ, que su nuevo amo, el pater familias de la casa en la que ahora reside, es un gran hombre >.<
Saludos Jesús, y gracias por publicar un nuevo capi de esta gran historia! Espero que no te demores tanto con la continuación jejeje
Besos!
Me ha gustado. Me alegro que no tenga nada que hacer con el hijo de su amor. Gracias por subir capitulo, una historia muy bien hecha y muy bien ambientada. Ya quiero nuevo capitulo y no te demores. Fue corto pero no pasa nada.
ResponderEliminarSin duda me has dejado con ganas de seguir leyendo.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho paisano :3
Un saludo!