Circo Negro, Interludio.
Roberto se relajó en el sillón de la caravana. Eran muchos los acontecimientos que había vivido y la Oración a los Diablos le había dejado cansado. Aquel cuerpo en el que estaba confinado no le dejaba mucho margen de mejora pero así lo habían decidido y no sería él el que se opusiera a ello, al menos por ahora. Revisó la caravana de Marc y encontró mil recuerdos del pasado del Circo Maravillas. Carteles de entradas agotadas en las grandes ciudades del país, regalos que los pequeños le habían realizado en los tiempos en los que el Circo aún era un circo importante. Trajes guardados en el armario esperando ser puestos y deseando escuchar sonrisas... Demasiados recuerdos había que lo podían ayudar a su cometido y los iba a utilizar uno a uno con todas las consecuencias que fueran necesarias.
Miró por la ventana que tenía a su izquierda y vio como el cielo se iba despejando aún más hasta quedar prácticamente sin nubes y con un radiante sol que comenzaba a secar la tierra empapada por la tormenta del día anterior. Todavía pensaba que había sido demasiado fácil convencer a su nuevo socio de que le "regalara" el Circo Maravillas a cambio de lo que siempre anheló. Era curioso como la vanidad de ciertos hombres hacía que hicieran verdaderas locuras por tal de aplacar tal sentimiento. Encogió los hombros y decidió que había llegado el momento de contactar con sus superiores y contarles los avances, algo que, estaba claro, sabían porque seguramente lo habían visto, pero su deber era informarles y seguir manteniendo la confianza de aquellos hombres que más temprano que tarde caerían ante su poder, pero esa era una guerra aun algo lejana y no le preocupaba, al menos demasiado. Del bastón que reposaba a su derecha comenzaron a salir las mil ramificaciones en busca de la mano izquierda de Roberto, respiró hondo y acercó la mano sabiendo que la reunión acababa de comenzar.
Marc siguió con la mirada como su nuevo socio entraba en su caravana. Todo parecía ir como nunca antes había esperado. Aquel nuevo amigo y socio había caído como del cielo y le había solucionado la vida, o al menos prometía eso, y a falta de una oferta mejor, decidió aceptar y ver que pasaba. Por ahora animaba a los trabajadores y se marchaban a un pequeño pueblo a practicar nuevas funciones con las que entretener al mundo, un mundo que se había olvidado de ellos hace unos cuantos años, pero ahora tocaba regresar a la ilusión que Roberto les había ofrecido y un mundo donde todos querrían entrar al Circo Maravillas a ver sus funciones, como ocurría antaño. Miró al frente y vio a todos sus trabajadores con la sonrisa mientras terminaban de desayunar para empezar a recoger y guardar todas las partes del circo. No era algo fácil ni rápido, muchos no eran conscientes de la complejidad para montar todo lo que allí había, así que sin más preámbulos se tragó su orgullo y fue como un trabajador más a ayudar a todos sus compañeros a desmontar lo que iba a ser la última vez que verían al Circo Maravillas en ese estado de poca fortuna.
Todo parecía haber cambiado desde la noche en que Roberto había surgido de la oscuridad de la noche para cambiar las vidas de todos los que habitaban el difunto Circo Maravillas. Ninguno parecía ver el precio que estaban pagando por el pacto que Marc acababa de firmar horas antes con alguien desconocido, alguien que buscaba algo que, probablemente, no estaban dispuestos a pagar. Hizo falta toda la mañana y parte de la tarde para que el Circo Maravillas desapareciera de la explanada en la que se alzaba y estuviera guardado en los diversos camiones que salpicaban la arena mojada. Fue entonces cuando el antiguo dueño del circo fue en busca de su nuevo socio para preguntar las nuevas órdenes. Se sorprendió acudiendo a alguien a pedir órdenes cuando el circo era suyo. Tragó de nuevo su orgullo y se dirigió a la caravana. Llamó a la puerta y tras varios minutos apareció Roberto sudando y con el pelo enmarañado, con la corbata desabrochada y con bastantes signos de cansancio. Marc, extrañado y con muchísima curiosidad, no tuvo más remedio que preguntar.
- ¿Estás bien Roberto?
- Eh... Si, si, sólo me he sentido algo indispuesto pero ya me estoy recuperando... ¿Qué querías?
- Ya el Circo está totalmente recogido y esperamos órdenes, suponemos que dormiremos y mañana temprano saldremos hacia el pueblo donde nos dijiste, ¿no?
- No, salimos ahora mismo, no hay tiempo que perder. - No pasó por alto ese "esperamos órdenes" , eso quería decir que al fin Marc iba cayendo ante su poder y eso era muy buena noticia para sus intereses y las de sus superiores. - Organiza el viaje como normalmente lo hacéis, y en unos minutos salgo con una apariencia más adecuada a mi estilo y estatus dentro del circo.
- Vale, te esperamos en el camión negro y azulado que ves allí, - dijo señalando un camión descomunal que se alzaba majestuoso a unos treinta metros de donde estaban. - Ese es quien encabeza la caravana y así nos puedes guiar al pueblo.
- Vale, dame algo de tiempo que me prepare y arregle y voy hacia allí. Tu llevarás tu caravana, ¿verdad? Quiero decir, no hace falta que vengas en el camión conmigo.
- Si claro, yo llevo mi caravana como siempre he hecho, no voy a cambiar ahora. - Enmascaró aquella respuesta con una sonrisa, y antes de escuchar la réplica salió caminando hacia los trabajadores a darle las ordenes, los cuales esperaban rodeados a la mesa de comida recuperando fuerzas después de un duro día de trabajo.
Roberto se quedó mirando a aquel hombre que todavía sacaba su orgullo a pasear en ciertas ocasiones, pero ya se encargaría él de que se aplacara, por su bien, por el suyo propio y por sus superiores. Estaba seguro que agradecería probar antes su ira que la de quien mandaba sobre él, lo sabía a ciencia cierta. Suspiró hondo y cerró la puerta, debía vestirse y ponerse a jugar de nuevo. Un juego que comenzaba a resurgir poco a poco, y viendo como estaban las cartas, la partida iba a resultar mucho más interesante de lo que parecía.
Miró por la ventana que tenía a su izquierda y vio como el cielo se iba despejando aún más hasta quedar prácticamente sin nubes y con un radiante sol que comenzaba a secar la tierra empapada por la tormenta del día anterior. Todavía pensaba que había sido demasiado fácil convencer a su nuevo socio de que le "regalara" el Circo Maravillas a cambio de lo que siempre anheló. Era curioso como la vanidad de ciertos hombres hacía que hicieran verdaderas locuras por tal de aplacar tal sentimiento. Encogió los hombros y decidió que había llegado el momento de contactar con sus superiores y contarles los avances, algo que, estaba claro, sabían porque seguramente lo habían visto, pero su deber era informarles y seguir manteniendo la confianza de aquellos hombres que más temprano que tarde caerían ante su poder, pero esa era una guerra aun algo lejana y no le preocupaba, al menos demasiado. Del bastón que reposaba a su derecha comenzaron a salir las mil ramificaciones en busca de la mano izquierda de Roberto, respiró hondo y acercó la mano sabiendo que la reunión acababa de comenzar.
Marc siguió con la mirada como su nuevo socio entraba en su caravana. Todo parecía ir como nunca antes había esperado. Aquel nuevo amigo y socio había caído como del cielo y le había solucionado la vida, o al menos prometía eso, y a falta de una oferta mejor, decidió aceptar y ver que pasaba. Por ahora animaba a los trabajadores y se marchaban a un pequeño pueblo a practicar nuevas funciones con las que entretener al mundo, un mundo que se había olvidado de ellos hace unos cuantos años, pero ahora tocaba regresar a la ilusión que Roberto les había ofrecido y un mundo donde todos querrían entrar al Circo Maravillas a ver sus funciones, como ocurría antaño. Miró al frente y vio a todos sus trabajadores con la sonrisa mientras terminaban de desayunar para empezar a recoger y guardar todas las partes del circo. No era algo fácil ni rápido, muchos no eran conscientes de la complejidad para montar todo lo que allí había, así que sin más preámbulos se tragó su orgullo y fue como un trabajador más a ayudar a todos sus compañeros a desmontar lo que iba a ser la última vez que verían al Circo Maravillas en ese estado de poca fortuna.
Todo parecía haber cambiado desde la noche en que Roberto había surgido de la oscuridad de la noche para cambiar las vidas de todos los que habitaban el difunto Circo Maravillas. Ninguno parecía ver el precio que estaban pagando por el pacto que Marc acababa de firmar horas antes con alguien desconocido, alguien que buscaba algo que, probablemente, no estaban dispuestos a pagar. Hizo falta toda la mañana y parte de la tarde para que el Circo Maravillas desapareciera de la explanada en la que se alzaba y estuviera guardado en los diversos camiones que salpicaban la arena mojada. Fue entonces cuando el antiguo dueño del circo fue en busca de su nuevo socio para preguntar las nuevas órdenes. Se sorprendió acudiendo a alguien a pedir órdenes cuando el circo era suyo. Tragó de nuevo su orgullo y se dirigió a la caravana. Llamó a la puerta y tras varios minutos apareció Roberto sudando y con el pelo enmarañado, con la corbata desabrochada y con bastantes signos de cansancio. Marc, extrañado y con muchísima curiosidad, no tuvo más remedio que preguntar.
- ¿Estás bien Roberto?
- Eh... Si, si, sólo me he sentido algo indispuesto pero ya me estoy recuperando... ¿Qué querías?
- Ya el Circo está totalmente recogido y esperamos órdenes, suponemos que dormiremos y mañana temprano saldremos hacia el pueblo donde nos dijiste, ¿no?
- No, salimos ahora mismo, no hay tiempo que perder. - No pasó por alto ese "esperamos órdenes" , eso quería decir que al fin Marc iba cayendo ante su poder y eso era muy buena noticia para sus intereses y las de sus superiores. - Organiza el viaje como normalmente lo hacéis, y en unos minutos salgo con una apariencia más adecuada a mi estilo y estatus dentro del circo.
- Vale, te esperamos en el camión negro y azulado que ves allí, - dijo señalando un camión descomunal que se alzaba majestuoso a unos treinta metros de donde estaban. - Ese es quien encabeza la caravana y así nos puedes guiar al pueblo.
- Vale, dame algo de tiempo que me prepare y arregle y voy hacia allí. Tu llevarás tu caravana, ¿verdad? Quiero decir, no hace falta que vengas en el camión conmigo.
- Si claro, yo llevo mi caravana como siempre he hecho, no voy a cambiar ahora. - Enmascaró aquella respuesta con una sonrisa, y antes de escuchar la réplica salió caminando hacia los trabajadores a darle las ordenes, los cuales esperaban rodeados a la mesa de comida recuperando fuerzas después de un duro día de trabajo.
Roberto se quedó mirando a aquel hombre que todavía sacaba su orgullo a pasear en ciertas ocasiones, pero ya se encargaría él de que se aplacara, por su bien, por el suyo propio y por sus superiores. Estaba seguro que agradecería probar antes su ira que la de quien mandaba sobre él, lo sabía a ciencia cierta. Suspiró hondo y cerró la puerta, debía vestirse y ponerse a jugar de nuevo. Un juego que comenzaba a resurgir poco a poco, y viendo como estaban las cartas, la partida iba a resultar mucho más interesante de lo que parecía.
¡Bravo! ¡Bravo! ¡Que ganas tenía!
ResponderEliminarNarrado tan bien como siempre y el final... ¡Ay la última frase!
A la espera... ¡Besos!
Muy bueno, me gustó mucho, en serio.
ResponderEliminarSorprendente, como siempre. Y la última frase la has bordado.
ResponderEliminarMe paso corriendo a leer el siguiente.
Un besazo.
La historia me sigue encantando y sigues consiguiendo ese efecto de dejar con la intriga y ganas de más. De verdad, que escribir se te da de maravilla. Te sigo leyendo ^^
ResponderEliminarMuchísimos besos mi amor!!!
Te amo muchísimo cariño!!!