Las Musas De Roma


La luna le gana la partida al sol, las estrellas encienden sus destellos para iluminar una noche despejada mientras varias hogueras pintan de calor la noche de invierno. El viento se recrea entre callejuelas mirando a cada romano que pasea de vuelta a su mundo a escondidas. El fuego de Vesta sigue custodiado por las vestales y la guardia pretoriana vigila las calles de Roma para que el orden y la lujuria no se pierda entre las calles de la ciudad del mundo.

Un hombre, un poeta, un loco, cae a las orillas del Tiber para caer rendido antes los regalos del dios Baco. Nada parece cambiar de una noche como cualquier otra salvo porque ese poeta, ese hombre, ese loco, ha disfrutado del poder de las musas de Roma. Un poder que pocos llegan siquiera a conocer, ya que a pocos se les presenta y que menos aún saben aprovechar viviendo rodeado del poder que Roma embarga. Un poder que ni Júpiter Óptimo Máximo llegaría a controlar.

Las musas pasean por las calles de Roma navegando entre copas de vino que pasean por esclavos, patricios o simples guardias sin apenas detenerse. Pero todo cambia cuando llega al Tiber y ve a ese poeta, a ese loco, a ese hombre, que evade sus sentimientos en un viaje al mundo de los sueños donde no quiere regresar. Las musas sonríen y empiezan a acariciar sus dedos, manchados de tinta, a susurrarle sueños, a contarle historias prohibidas. Sus dedos tiemblan, sabe que tiene que hacer para complacer los deseos de quien le acompaña.

Ese poeta despierta, ese loco se enamora, ese hombre se acaba de dejar seducir por las musas de Roma y por el poder que alberga en sus manos y empieza a contar la historia que en un futuro se hará realidad, una historia de amor, una bronca entre amigos, una historia épica. Eso no importa, sólo sabe que las musas le acompañan y que Roma, y por tanto el mundo guarda silencio a la espera que empiece a rasgar su pergamino.
Con la tecnología de Blogger.