Circo Negro, Cuarta Función, II


Tras el truco de magia que daba la bienvenida a los asistentes al Circo Negro, las cartas temblaron fugazmente para volver a sus valores iniciales. Mientras todos miraban al payaso que sonreía de forma estridente, Roberto con otro movimiento de muñeca que la oscuridad ocultaba recuperó cada una de las cartas en su bolsillo derecho. Las luces volvieron a centrarse en él mientras la sonrisa desaparecía lentamente. Esperó pacientemente a que todos giraran de nuevo la cara, y fue entonces cuando con una sonrisa perfecta, hizo una reverencia ante todos. Los focos volvieron a girar por las gradas y la música del violín, esta vez solo uno, resonaba por los altavoces.

Prácticamente un minuto después al violín fue sumándose nuevos instrumentos hasta cambiar la melodía sin que apenas nadie se diera cuenta. Fue en ese momento en el que salieron los primeros malabaristas con un truco nuevo, nuevo para los espectadores. Consistía en mantener en equilibrio parte del cuerpo del compañero mientras leía una revista despreocupadamente, como si los más de cien kilos de su compañero fueran menos que una mota de polvo. Su compañero, jugaba con varias pelotas mientras sonreía a un público embelesado.

Se fueron sucediendo las actuaciones entre juegos de palabras, participación del público y alguna esporádica de Roberto para asustar a los presentes ya que lo mismo aparecía en la arena central, como en las gradas, como en uno de los mástiles de la carpa, haciendo gritar al público, confundido entre el asombro y el miedo. Los asistentes estaban disfrutando, se veía y con ello los trabajadores se esforzaban más y más. Fue entonces el turno de los cuenta cuentos que embaucaron a los más pequeños con teatro de guiñoles, historias y cuenteros. Estos últimos se dispusieron a contar una historia sobre un pueblo solitario y triste donde un circo llegaba y hacía feliz a sus habitantes.

Niños, padres y abuelos sonreían y aplaudían. Muchos de ellos se habían olvidado la atracción principal que les había llevado allí, aunque ya de por sí el hecho de que sea gratis para todos era un motivo perfecto para salir de casa, pero esa noche, era la función de Carles, y cuando todo se apagó de nuevo, dejando que el sonido de las lonas contra las columnas de hierro que la sostenían, sonaran con potencia. Todos contuvieron el aliento, se acercaba algo nuevo que no habían visto jamás. Los circos no se molestaban en pasar por aldeas y todo, hasta el truco más simple, era una novedad, pero aquello era diferente. Trompetillas y trompetas comenzaron a sonar de manera alegre mientras los focos comenzaban a dar potencia y luz al circo cuando un desconocido Marc, apareció en la arena central.

- Aquí me presento como payaso triste pues mi vida no ha sido la mejor.

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