La Despensa | La pasteurización, parte II
Si hace un tiempo hablábamos de la pasteurización
y todas las ventajas y evolución que había traído a los productos
lácteos y sus derivados líquidos. Ahora me gustaría hablaros del "lado
oscuro" del método.
El debate más árido se centra en la posible destrucción de vitaminas A y
B dentro del propio proceso de calentar el líquido hasta cierta
temperatura y luego bajarla. Hay una corriente de especialistas que
abogan por encontrar un nuevo sistema que no las destruya y no se
"pierdan vitaminas por el camino" Ese quizás no es el peor problema ya
que diversos estudios han descubierto que muchos microorganismos han
conseguido desarrollar una defensa a esa disminución debido a las altas
temperaturas.
Para muchos, esto pone en dudas los beneficios que podemos obtener con
la pasteurización clásica. Los alimentos también pueden sufrir
alteraciones de sabor y color en dicho tratamiento ya que, al ser
térmico, hacen que distintos productos como zumos puedan verse distintos
al trasluz. Esto no llega a ser tan importante como los cambios
químicos que podemos discernir en el proceso ya que, a día de hoy, los
zumos de frutas no es que sean demasiado naturales con todo lo que le
añaden al propio zumo.
La perdida de aroma no es un problema hoy día ya que muchas industrias
disponen de un sistema de aroma que, al tratar nuevamente el alimento,
le hacen recuperar el que había perdido, pero ya hablamos de un segundo
tratamiento al producto que, poco o nada, sabemos de él salvo lo que nos
quieren contar las propias industrias en sus envasados.
En definitiva, es un proceso creado en 1864 y la evolución ha sido la
que es a lo largo de poco más de 150 años. Todo sistema tiene sus lados
positivos y otros negativos, así pues nos toca a nosotros discernir si
queremos productos pasteurizados o no.
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