Voces Muertas, Ouija Parte II
Miriam colgó el teléfono y se recostó sobre la silla. Todo aquello se le antojaba imposible hace unas semanas. ¿Roberto regresar de entre los muertos?. Lo que le pasó fue un accidente, o al menos eso le contaron su padre y Jose. No quería saber nada más hoy, mañana había quedado con su padre para ir a por la tabla de Ouija para hacerla esa misma noche. Se acercó a su marido y le dio dos besos y se dejó enamorar de los encantos de Morfeo.
Jose pensó que se levantaría antes que su mujer, así lo hacía cada dia para ir al bar a por un par de botellas para seguir ahogando sus penas, pero por sorpresa, Miriam estaba sentada frente a la cama esperando que se despertara.
- Jose, vístete que me tienes que acompañar.Hemos quedado con mi padre.
- Em....Yo había quedado...- comentó dubitativo.
- Habías quedado con el bar, pero hoy no habrá alcohol, asi que, vamos, vistete.
- Vale cariño, pero, ¿Me dices donde vamos?
- Cuando lleguemos lo sabrás.
Jose obedeció a su mujer y tras vestirse y asearse, salieron para coger el coche e ir a la ciudad. Mientras duraba el trayecto ninguno de los dos se atrevió a hablar, Jose estaba demasiado sobrio y a Miriam le daba miedo herir a su marido. Media hora después llegaron al sitio indicado. Una casa en la periferia de la ciudad, donde los muros altos, y una puerta de forja le daban la bienvenida. Tras los muros solo se podían atisbar altos y frondosos cipreses. Su padre estaba allí esperando y tras darle dos besos a los dos, se situaron ante la puerta.
Miriam penso en llamar, pero no le dio tiempo. La puerta se abrió lentamente, y un pequeño sendero se abrió ante ellos donde varios arbustos y pequeñas farolas antiguas de aceite iluminaban el paso. Miriam le dijo a su padre que había sido una gran idea ir por la mañana, en vez de por la noche, éste sonrió con complicidad a su hija.
Se situaron ante una inmensa puerta de madera labrada, situada en el centro de una gran casa de madera blanca. Jose fue a llamar, pero le sorprendió aquel llamador. Miriam también se sobrecogió cuando vio que era un cráneo de un bebé que golpeaba una espada a la altura del cuello. Fue su padre el que se atrevió a dar dos golpes secos en aquella puerta. Segundos después aquella puerta cedió. La estancia era lúgubre. Cortinas negras, y mesas de caoba. Todas las ventanas estaban cerradas, solamente alumbradas por pequeñas velas o lamparas de aceite. Diego, el padre de Miriam, no se explicaba como podía cambiar tanto el ambiente cruzando aquella gran puerta.
- Bienvenidos a mi casa. Pasad a la sala de la derecha.
Nadie sabía de donde venía la voz, pero todos siguieron el consejo de ella. Una vez allí, una mujer de unos cuarenta años, con el pelo negro rizado, y un traje marrón, les dio la bienvenida sentada en un sillón de piel, fue la primera en hablar.
- ¿ Qué buscáis por aqui? Tengo entendido que necesitáis ayuda.
- Venimos en busca de una tabla de Ouija.- respondió Diego con decisión.
- Es algo muy peligroso eso que buscáis, si no se utiliza con precaución y con conocimiento puede llegar a ser mortal, ¿Por qué os arriesgáis tanto?
- Porque mi hermano ha regresado de entre los muertos, y se ha llevado a mi hija, y quiero acabar con esto ya.- respondió Miriam sin pensar, tras esto volvió a bajar la mirada.
- Roberto....entiendo.¿Algunos de vosotros sabe usarla con respeto y precaucion?
- Yo.- anunció Diego.
- Muy bien, aqui en esta mesa tenéis una que os servirá de bastante ayuda, tened cuidado, las ouijas muchas veces tienen vida propia, o algún espectro se ha quedado vagando entre sus letras por una sesión mal cerrada.
- Lo tendremos en cuenta....por cierto...¿Cómo sabe el nombre de...?
- Bueno señores, ya tienen lo que desean, pueden marcharse de aqui.
- Pero....
- Ya. Su visita ha terminado.- acabó la frase guiñándole un ojo a Miriam, que no entendía nada.
Jose, que quería marcharse cuanto antes de alli, cogió por el brazo a su mujer, que quedó paralizada ante aquel desliz de aquella mujer, ¿pero realmente había sido un desliz?
Eran casi las once de la noche cuando todo estuvo listo. Las luces apagadas casi al completo, salvo por varias velas que iluminaban la Ouija y parte del salón. Todo estaba cerrado, y nadie vendría a aquella hora a su casa, pensó Jose, al menos nadie vivo. Situaron la ouija sobre la mesa central del salón, y tras sentarse en la mesa uno a cada lado, su padre anunció.
- Queda abierta esta sesión de Ouija.
Jose pensó que se levantaría antes que su mujer, así lo hacía cada dia para ir al bar a por un par de botellas para seguir ahogando sus penas, pero por sorpresa, Miriam estaba sentada frente a la cama esperando que se despertara.
- Jose, vístete que me tienes que acompañar.Hemos quedado con mi padre.
- Em....Yo había quedado...- comentó dubitativo.
- Habías quedado con el bar, pero hoy no habrá alcohol, asi que, vamos, vistete.
- Vale cariño, pero, ¿Me dices donde vamos?
- Cuando lleguemos lo sabrás.
Jose obedeció a su mujer y tras vestirse y asearse, salieron para coger el coche e ir a la ciudad. Mientras duraba el trayecto ninguno de los dos se atrevió a hablar, Jose estaba demasiado sobrio y a Miriam le daba miedo herir a su marido. Media hora después llegaron al sitio indicado. Una casa en la periferia de la ciudad, donde los muros altos, y una puerta de forja le daban la bienvenida. Tras los muros solo se podían atisbar altos y frondosos cipreses. Su padre estaba allí esperando y tras darle dos besos a los dos, se situaron ante la puerta.
Miriam penso en llamar, pero no le dio tiempo. La puerta se abrió lentamente, y un pequeño sendero se abrió ante ellos donde varios arbustos y pequeñas farolas antiguas de aceite iluminaban el paso. Miriam le dijo a su padre que había sido una gran idea ir por la mañana, en vez de por la noche, éste sonrió con complicidad a su hija.
Se situaron ante una inmensa puerta de madera labrada, situada en el centro de una gran casa de madera blanca. Jose fue a llamar, pero le sorprendió aquel llamador. Miriam también se sobrecogió cuando vio que era un cráneo de un bebé que golpeaba una espada a la altura del cuello. Fue su padre el que se atrevió a dar dos golpes secos en aquella puerta. Segundos después aquella puerta cedió. La estancia era lúgubre. Cortinas negras, y mesas de caoba. Todas las ventanas estaban cerradas, solamente alumbradas por pequeñas velas o lamparas de aceite. Diego, el padre de Miriam, no se explicaba como podía cambiar tanto el ambiente cruzando aquella gran puerta.
- Bienvenidos a mi casa. Pasad a la sala de la derecha.
Nadie sabía de donde venía la voz, pero todos siguieron el consejo de ella. Una vez allí, una mujer de unos cuarenta años, con el pelo negro rizado, y un traje marrón, les dio la bienvenida sentada en un sillón de piel, fue la primera en hablar.
- ¿ Qué buscáis por aqui? Tengo entendido que necesitáis ayuda.
- Venimos en busca de una tabla de Ouija.- respondió Diego con decisión.
- Es algo muy peligroso eso que buscáis, si no se utiliza con precaución y con conocimiento puede llegar a ser mortal, ¿Por qué os arriesgáis tanto?
- Porque mi hermano ha regresado de entre los muertos, y se ha llevado a mi hija, y quiero acabar con esto ya.- respondió Miriam sin pensar, tras esto volvió a bajar la mirada.
- Roberto....entiendo.¿Algunos de vosotros sabe usarla con respeto y precaucion?
- Yo.- anunció Diego.
- Muy bien, aqui en esta mesa tenéis una que os servirá de bastante ayuda, tened cuidado, las ouijas muchas veces tienen vida propia, o algún espectro se ha quedado vagando entre sus letras por una sesión mal cerrada.
- Lo tendremos en cuenta....por cierto...¿Cómo sabe el nombre de...?
- Bueno señores, ya tienen lo que desean, pueden marcharse de aqui.
- Pero....
- Ya. Su visita ha terminado.- acabó la frase guiñándole un ojo a Miriam, que no entendía nada.
Jose, que quería marcharse cuanto antes de alli, cogió por el brazo a su mujer, que quedó paralizada ante aquel desliz de aquella mujer, ¿pero realmente había sido un desliz?
Eran casi las once de la noche cuando todo estuvo listo. Las luces apagadas casi al completo, salvo por varias velas que iluminaban la Ouija y parte del salón. Todo estaba cerrado, y nadie vendría a aquella hora a su casa, pensó Jose, al menos nadie vivo. Situaron la ouija sobre la mesa central del salón, y tras sentarse en la mesa uno a cada lado, su padre anunció.
- Queda abierta esta sesión de Ouija.
uiiiiiiiiii que interesanteee quiero mas ya!!
ResponderEliminar¿ Y ya está ? Este capítulo se me hizo cortísimo... xd
ResponderEliminarMe encanta (L
Quiero más. Bueno, no lo quiero. ¡¡Lo exijo!! xDDD
ResponderEliminarQue guay se queda todo intrigante. La única pega que encuentro es que la vidente, si es que se puede llamar así, es la típica mujer con la casa a medida. Es lo único que encuentro para decir. El resto continúa como hasta ahora y me gusta.
ResponderEliminarQuiero mucho mas por dios!!!!! Mas y mas!!!! Un besazo jesusito!! ;D
ResponderEliminarMe has dejado con la intriga, quiero mas!
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