Voces Muertas, Recuerdos y Ouija

Miriam no era la misma desde el fallecimiento de Sofía. Pasaba interminables horas sentada en el sillón, donde la había visto por última vez como era ella, contenta, alegre, divertida. Era una su hija y hoy ya no estaba con ella a su lado. Atendía a Arabia en sus necesidades, nunca la dejaba sola mucho tiempo. 

Jose desde aquel disparo no había vuelto a estar a solas con Miriam, ella lo rehuía y no quería verle. A causa de ello se refugió en la bebida, donde encontraba a su mejor amiga y a su paño de lágrimas. Cierto era que Roberto no había vuelto a manifestarse. Habían desaparecido las voces, los sueños e incluso las sombras. Cada uno de los dos pensaba en su interior que todo había acabado, y que Roberto, en venganza, se había cobrado el alma de Sofía para vengarse de ellos.

Pasaron meses en la misma tesitura, ninguno se atrevía a hablar y el silencio se apoderó de aquella casa, donde no se escuchaba nada, excepto los llantos casuales de Arabia, y los insultos de Jose cuando estaba ebrio. Cierta noche, en una de tantas que Miriam, sin él saberlo, lo ayudaba a acostarse en el sofá del salón, vio una sombra pequeña. Al principio no le prestó atención, y al terminar de tapar a Jose con una manta, vio otra vez como una forma pequeña jugueteaba en el salón. Fue directa hacia el interruptor de la luz.

Al encenderla, se quedó paralizada, la sombra permanecía allí, jugando con un pequeño peluche que había olvidado recoger. Miriam, comenzó a respirar entrecortadamente y se fue acercando a aquella misteriosa forma. Aquella silueta le era terriblemente familiar, pero no quería creerlo. Aquel peluche la atormentaba porque a su pequeña Arabia nunca le había gustado y nunca lo habia cogido porque era de su hermana Sofía....De Sofía.  No supo porqué pero la voz rompió su garganta y suavemente pronunció un nombre con miedo...

- ¿Sofia..?

Aquella pequeña silueta se quedó quieta y se giró lentamente. Situó las piernas sobre las de Miriam, como si fuera su pequeña sombra y pudiera verla de frente. Ella sentía que la estaba mirando intensamente. El silencio inundaba toda la estancia, cuando los escuchó. Llantos de niña comenzaron a resonar por toda la estancia, ella los reconoció inmediatamente, eran de su hija.

Las primeras lágrimas surcaron caminos inexpugnables por las mejillas de Miriam mientras fijaba su mirada en la cabeza de aquella silueta. Sus rodillas comenzaron a flaquear, pero se mantuvo de pie, hasta que escuchó la voz de Sofía en sus oidos, como un llanto a la vida...

- Dejaste que me mataran mamá...dejaste que el asesino me matara....

Entonces cayó al suelo y las lágrimas inundaron toda su cara. ¿Como podía ser que su hija pensara eso? Ella había intentado evitar que Jose disparara. Se dio cuenta que la silueta se difuminaba entre las sombra de los muebles y que, segundos después no había nada extraño en aquella estancia, ni llantos, ni su voz, y ni el peluche. Se levantó limpiándose las lágrimas con las mangas del pijama y fue al móvil, tenía que hablar con alguien.

- ¿Papá?. Si, si...estoy bien papá...¿Recuerdas lo que dijiste de hacer una ouija?....Pues hay que hacerla ya.