La Princesa De Luz, Tiempo
Elisea había conseguido lo que estaba buscando, inculcar el miedo en Isabel, sin saber que ella tenía más miedo que lo que llegara a tener la niña. Tenía presente las leyendas sobre Esea, todos la conocían, y era fácil, en cierto modo, aparentar ser ella. Su nombre era una gran baza que había sabido aprovechar. Había ganado un tiempo que debía aprovechar, y ahora que ella guardaría las distancias. Tenía que descubrir quién era aquel salvador que había acabado con el sueño de Guillermo y de ella.
Estaba casi segura que el salvador era el que se encargaría ahora de ella, pues Isabel marcaría distancia para pasar con ella el menos tiempo posible. Era el momento de ganarse al salvador, o que al menos, le hiciera caso. Alzó la vista y vio a la pequeña absorta en sus pensamientos, sin dejar de mirar sus manos. Aquel hombre que ella llamaba el salvador no estaba muy segura de que fuera alguien de fiar. Había llegado matando y arropando a Isabel en todo momento. Ella lo conocía, y estaba segura que él utilizaba aquello para ganarse la confianza de la pequeña, pero ella no veía a Isabel como a alguien a quien se puede engañar fácilmente, apostaría la mano izquierda a que la pequeña le seguía el juego para ver hasta donde era capaz de llegar.
Ella también estaba dispuesta a tensar todo lo que pudiera la cuerda para hacer valer su historia, su coartada. El tiempo pondría todo en su sitio, y ella esperaba estar demasiado lejos para ver todo lo que sucedería cuando aquello llegara. Volvió a alzar la mirada y se clavó en Isabel, segundos después ella hizo lo mismo y sostuvo la mirada por un tiempo hasta que acabó agachando la vista con aire desprevenido, estudiado, no quería mostrar debilidad, así que soltó una leve carcajada. El tiempo lo arregla todo, y eso era lo que ella necesitaba, tiempo.
Isabel no se había dormido en toda la noche. Todavía le parecía increíble que fuera Esea realmente. Dudaba mucho de que si fuera ella no hubiera intentado escapar de algún modo. Aquello no le cuadraba totalmente, por eso desconfiaba de aquella versión, pero no podía desecharla totalmente, ciertas dudas todavía planeaban por su mente. Había decidido darle algo de espacio a Elisea para observarla y aprender sus movimientos. Muchas historias corren por el mundo de Esea, y casi todas coinciden en una cosa. En sus movimientos. Eran suaves y cómo mecidos por el viento de la mañana. No hacia ningún movimiento innecesario, e Isabel se impuso la misión de observarla sin que ella se diera cuenta, ya que si notaba que la vigilaban podía actuar o intentar parecer ella.
Alzó la mirada de las manos. Miró al frente y vio a su salvador que volvía de traer algo más de leña para la hoguera. Estaba segura que ya quedaba poco para partir, pero no se atrevía a preguntarle, no debía demostrar quien era, mejor aparentar alguien miedosa que mostrar todo su poder, y por el momento le iba todo bien. Elisea se había convertido en una rival de mucho cuidado y tenía que jugar bien sus cartas con ella, tanto si era cierta su historia como si no, debía hacerle creer que llevaba el mando, aunque la estuviera utilizando cual títere de teatro. Su rival había conseguido lo que estaba buscando, tiempo, pero ella también lo había ganado, y resultaría ganadora quien lo mejor empleaba, y ella era una experta en manejar el tiempo.
Estaba a unos cuantos pasos del calvero e iba cargado con algo de leña. Ruy había sabido jugar bien sus cartas, y era lo que se repetía una y otra vez para acabar de convencerse. Primero había seguido a la pequeña y la había hecho caer en brazos de aquella pareja, y mientras ellos hacían su trabajo, él había ido a la ciudad y tras apostarse en aquel muro había esperado a que la pequeña apareciera. Ahora estaba allí, junto a ella. Ella confiaba en él. El único inconveniente era aquella mujer. No debía estar allí, pero pese a la confianza que Isabel había depositado en él, no le dejaba matarla.
A cambio se encargaba de darle de comer y mantenerla con vida, le decía que mejor alguien vivo que un muerto a la vista. En eso tenía razón, pero era importante que aquella mujer, Elisea, se esfumara lo antes posible. Todo le estaba saliendo a la perfección, Isabel confiaba en él, la mujer desaparecería tarde o temprano, él podía ejecutar su plan a la perfección. Tiempo, necesitaba tiempo, e Isabel estaba dispuesta a ofrecérselo. Todo estaba en calma, en la calma que precede a la tempestad.
Estaba casi segura que el salvador era el que se encargaría ahora de ella, pues Isabel marcaría distancia para pasar con ella el menos tiempo posible. Era el momento de ganarse al salvador, o que al menos, le hiciera caso. Alzó la vista y vio a la pequeña absorta en sus pensamientos, sin dejar de mirar sus manos. Aquel hombre que ella llamaba el salvador no estaba muy segura de que fuera alguien de fiar. Había llegado matando y arropando a Isabel en todo momento. Ella lo conocía, y estaba segura que él utilizaba aquello para ganarse la confianza de la pequeña, pero ella no veía a Isabel como a alguien a quien se puede engañar fácilmente, apostaría la mano izquierda a que la pequeña le seguía el juego para ver hasta donde era capaz de llegar.
Ella también estaba dispuesta a tensar todo lo que pudiera la cuerda para hacer valer su historia, su coartada. El tiempo pondría todo en su sitio, y ella esperaba estar demasiado lejos para ver todo lo que sucedería cuando aquello llegara. Volvió a alzar la mirada y se clavó en Isabel, segundos después ella hizo lo mismo y sostuvo la mirada por un tiempo hasta que acabó agachando la vista con aire desprevenido, estudiado, no quería mostrar debilidad, así que soltó una leve carcajada. El tiempo lo arregla todo, y eso era lo que ella necesitaba, tiempo.
Isabel no se había dormido en toda la noche. Todavía le parecía increíble que fuera Esea realmente. Dudaba mucho de que si fuera ella no hubiera intentado escapar de algún modo. Aquello no le cuadraba totalmente, por eso desconfiaba de aquella versión, pero no podía desecharla totalmente, ciertas dudas todavía planeaban por su mente. Había decidido darle algo de espacio a Elisea para observarla y aprender sus movimientos. Muchas historias corren por el mundo de Esea, y casi todas coinciden en una cosa. En sus movimientos. Eran suaves y cómo mecidos por el viento de la mañana. No hacia ningún movimiento innecesario, e Isabel se impuso la misión de observarla sin que ella se diera cuenta, ya que si notaba que la vigilaban podía actuar o intentar parecer ella.
Alzó la mirada de las manos. Miró al frente y vio a su salvador que volvía de traer algo más de leña para la hoguera. Estaba segura que ya quedaba poco para partir, pero no se atrevía a preguntarle, no debía demostrar quien era, mejor aparentar alguien miedosa que mostrar todo su poder, y por el momento le iba todo bien. Elisea se había convertido en una rival de mucho cuidado y tenía que jugar bien sus cartas con ella, tanto si era cierta su historia como si no, debía hacerle creer que llevaba el mando, aunque la estuviera utilizando cual títere de teatro. Su rival había conseguido lo que estaba buscando, tiempo, pero ella también lo había ganado, y resultaría ganadora quien lo mejor empleaba, y ella era una experta en manejar el tiempo.
Estaba a unos cuantos pasos del calvero e iba cargado con algo de leña. Ruy había sabido jugar bien sus cartas, y era lo que se repetía una y otra vez para acabar de convencerse. Primero había seguido a la pequeña y la había hecho caer en brazos de aquella pareja, y mientras ellos hacían su trabajo, él había ido a la ciudad y tras apostarse en aquel muro había esperado a que la pequeña apareciera. Ahora estaba allí, junto a ella. Ella confiaba en él. El único inconveniente era aquella mujer. No debía estar allí, pero pese a la confianza que Isabel había depositado en él, no le dejaba matarla.
A cambio se encargaba de darle de comer y mantenerla con vida, le decía que mejor alguien vivo que un muerto a la vista. En eso tenía razón, pero era importante que aquella mujer, Elisea, se esfumara lo antes posible. Todo le estaba saliendo a la perfección, Isabel confiaba en él, la mujer desaparecería tarde o temprano, él podía ejecutar su plan a la perfección. Tiempo, necesitaba tiempo, e Isabel estaba dispuesta a ofrecérselo. Todo estaba en calma, en la calma que precede a la tempestad.
Bien, dos cosas son las que no me han cuadrado y se deben a la redacción, al principio repites aprovechar cuando podrías poner otra cosa para que no sonase igual. Luego en Isabel se había dormido en toda la noche ¿no querrás decir Ísabel no había dormido en toda la noche o algo así? En cuanto a esos tres, a Isabel le queda poco para ejecutar su parte si quiere salir airosa si tan lista es tiene que ponerse en guardia contra el tal Ruy y Elisea si es que está jugando tendrá que hacerlo mucho mejor.
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