Circo Negro, Cuarta Función, I.
El sol desaparecía mientras la plantilla del circo navegaba a maquillarse antes de la cuarta función, función que traería novedades para el público como la aparición de Carles, nueva sensación del pueblo, y la participación de un número nuevo de los magos y equilibristas en equipo que prometía abrir bocas y recibir aplausos. La noche se hizo reina del lugar para dar paso al cartel luminoso del Circo Negro, que parecía clavarse en la noche como esquirlas de sangre coagulada. En las colas, las gentes charlaban animadas sobre que verían esa noche. Había expectación por ver que disciplina había elegido el chico nuevo. Se hicieron incluso apuestas, quedando las más probables mago o payaso según los propios rumores que el pequeño había difundido.
Marc, por su parte se preparaba dando las últimas instrucciones a Carles sobre su estreno como payaso. Había decidido esa disciplina en consenso con su tío ya que al ser el antiguo jefe, había probabilidades de alguna rebelión conforme pasaran las semanas y los acontecimientos. Gran estrategia de su tío el que ambos se hicieran amigos y así persuadirle de que no tenia ninguna relación con los hechos que acaecerían en el Circo en un futuro próximo. Tras pintarle, le recomendó que no exagerara en demasía sus acciones pese a que el ser payaso consistía muchas veces en eso.
- Y como te he dicho, nada que se salga del guión. Es tu primera noche y nada debe salir mal, sobre todo para tu ánimo y ganas de seguir, ¿entendido?
- Como el agua tío Marc.
- Así me gusta, te noto contento hoy Carles.
- Si, la verdad es que hay motivos para sonreír, aunque esté muerto de miedo porque todo salga bien y no estropee el número... - encogió los hombros.
- Si sigues mis instrucciones, nada saldrá mal.
Le había dicho tío Marc. Era algo preparado ya que sabía que su familia no le prestaba demasiada atención. Con una ex mujer y dos hijos en la universidad, la vida de Marc se había convertido en un esfuerzo constante para mantener el circo y el nivel de vida de su antigua familia, fue así como aceptó la atractiva oferta de su nuevo socio, Roberto.
Por su parte, Marc agradecía ese gesto de ingenuidad y de ansias de afecto, algo normal tras haber perdido a sus padres de forma tan trágica como dio a entender tanto el chico como su tío. Parecía ser que se había equivocado con Roberto y no era tan oscuro y discreto como aparentaba. Sonrió al ver a su nuevo sobrino maquillado y con pantalones bombachos de mil colores y una camisa que rodearía su cuerpo tres veces si le diera por apretarsela al cuerpo del pequeño. Sin perder la sonrisa, le acompañó hasta la caravana del nuevo dueño para que viera los grandes avances, a su modo de ver, y diera el visto bueno o no a aquella primera actuación.
- Pero qué vemos aquí, un pequeño payaso... Antes eras igual y no te hacía falta la vestimenta...
- Qué gracioso... ¿Me queda genial verdad? Actuaré... ¿a que sí? - comentó con diligencia Carles.
- Eso lo tendrá que decir Marc quien ha sido tu profesor, - guiñándole un ojo a este, comenzó la revisión. - ¿Ha aprendido trucos para salir de los apuros que pueda tener?
- La verdad es que sí, está mejor preparado de lo que esperaba. Lo veo completamente listo para actuar... ante el pueblo, ya en ciudades grandes tendría que pulir más cosas pero de momento, lo veo bien.
- Bueno, si lo ves bien será bajo tu responsabilidad. Sal un momento sobrino, tengo que hablar antes con él...
Carles lo miró preocupado pero Roberto ignoró esa mirada y se centró en su nuevo socio con diligencia una vez la puerta de la caravana fue cerrada.
- Ahora dime, ¿seguro lo ves bien? No quisiera que se llevara una decepción porque algo le saliera mal o que tenga demasiados nervios...
- Sí, seguro Roberto. No te he mentido, está bastante mejor de lo que esperaba. No te preocupes. - aquella preocupación caló en él.
- Bien, vayamos a ello que quedan diez minutos para la función.
La campana anunció las siete en punto cuando las luces del circo se apagaron. Sonido de violines, que cada vez aceleraban su ritmo resonaban por los altavoces de la arena principal. Un par de focos comenzaron a recorrer las gradas, que para entonces era de un silencio sepulcral admirando la puesta en escena, que siempre variaba levemente de las anteriores. Tras varios segundos donde la música se hizo la reina y los focos volaban frenéticos, todo se volvió a apagar y apareció una silla en el centro de la arena. Un paso, dos pasos, tres pasos, cuatro pasos. Un hombre mayor vestido con un pulcro traje de chaqueta negro, camisa blanca y corbata rojo sangre. De la solapa emergía una rosa del mismo color que la corbata, y tras inspirar su olor por varios segundos, salió a escena agarrando la silla por la parte trasera y sonriendo a los espectadores, anunció:
- Bienvenidos por cuarta vez al Circo Negro, donde todo se esconde a simple vista, por ejemplo esta baraja. - sacando una baraja de cartas, asomando el as de pica, continúa. - Es lo que es y no hay más, pero si anunciamos unas cuantas palabras, nos da lo que queremos, ¿no creéis?
El silencio de las gradas era perfecto. Se deleitó con su propio poder y continuó tras unos segundos.
- Parece que está la baraja entera pero si la lanzamos al aire veamos que pasa...
La baraja salió disparada con un movimiento de muñeca que nadie esperaba en alguien de su edad. A los pocos instantes, 28 cartas formaban una fila perfecta en la arena del circo. Todos abrieron sus bocas ante el truco que acababa de realizar Roberto. Fue un pequeño niño vestido de payaso quien, para sorpresa, gritos de asombro y de felicidad al haber ganado su apuesta, quien reveló qué ponía en las cartas.
- ¡BIENVENIDOS AL CIRCO NEGRO! - tras esto, una risa de payaso loco emegió de la garganta del pequeño. Muchos no supieron nunca si rieron, temblaron de frío, o simplemente contemplaron aquella imagen embelesados por el poder que irradiaba el pequeño Carles.
Marc, por su parte se preparaba dando las últimas instrucciones a Carles sobre su estreno como payaso. Había decidido esa disciplina en consenso con su tío ya que al ser el antiguo jefe, había probabilidades de alguna rebelión conforme pasaran las semanas y los acontecimientos. Gran estrategia de su tío el que ambos se hicieran amigos y así persuadirle de que no tenia ninguna relación con los hechos que acaecerían en el Circo en un futuro próximo. Tras pintarle, le recomendó que no exagerara en demasía sus acciones pese a que el ser payaso consistía muchas veces en eso.
- Y como te he dicho, nada que se salga del guión. Es tu primera noche y nada debe salir mal, sobre todo para tu ánimo y ganas de seguir, ¿entendido?
- Como el agua tío Marc.
- Así me gusta, te noto contento hoy Carles.
- Si, la verdad es que hay motivos para sonreír, aunque esté muerto de miedo porque todo salga bien y no estropee el número... - encogió los hombros.
- Si sigues mis instrucciones, nada saldrá mal.
Le había dicho tío Marc. Era algo preparado ya que sabía que su familia no le prestaba demasiada atención. Con una ex mujer y dos hijos en la universidad, la vida de Marc se había convertido en un esfuerzo constante para mantener el circo y el nivel de vida de su antigua familia, fue así como aceptó la atractiva oferta de su nuevo socio, Roberto.
Por su parte, Marc agradecía ese gesto de ingenuidad y de ansias de afecto, algo normal tras haber perdido a sus padres de forma tan trágica como dio a entender tanto el chico como su tío. Parecía ser que se había equivocado con Roberto y no era tan oscuro y discreto como aparentaba. Sonrió al ver a su nuevo sobrino maquillado y con pantalones bombachos de mil colores y una camisa que rodearía su cuerpo tres veces si le diera por apretarsela al cuerpo del pequeño. Sin perder la sonrisa, le acompañó hasta la caravana del nuevo dueño para que viera los grandes avances, a su modo de ver, y diera el visto bueno o no a aquella primera actuación.
- Pero qué vemos aquí, un pequeño payaso... Antes eras igual y no te hacía falta la vestimenta...
- Qué gracioso... ¿Me queda genial verdad? Actuaré... ¿a que sí? - comentó con diligencia Carles.
- Eso lo tendrá que decir Marc quien ha sido tu profesor, - guiñándole un ojo a este, comenzó la revisión. - ¿Ha aprendido trucos para salir de los apuros que pueda tener?
- La verdad es que sí, está mejor preparado de lo que esperaba. Lo veo completamente listo para actuar... ante el pueblo, ya en ciudades grandes tendría que pulir más cosas pero de momento, lo veo bien.
- Bueno, si lo ves bien será bajo tu responsabilidad. Sal un momento sobrino, tengo que hablar antes con él...
Carles lo miró preocupado pero Roberto ignoró esa mirada y se centró en su nuevo socio con diligencia una vez la puerta de la caravana fue cerrada.
- Ahora dime, ¿seguro lo ves bien? No quisiera que se llevara una decepción porque algo le saliera mal o que tenga demasiados nervios...
- Sí, seguro Roberto. No te he mentido, está bastante mejor de lo que esperaba. No te preocupes. - aquella preocupación caló en él.
- Bien, vayamos a ello que quedan diez minutos para la función.
La campana anunció las siete en punto cuando las luces del circo se apagaron. Sonido de violines, que cada vez aceleraban su ritmo resonaban por los altavoces de la arena principal. Un par de focos comenzaron a recorrer las gradas, que para entonces era de un silencio sepulcral admirando la puesta en escena, que siempre variaba levemente de las anteriores. Tras varios segundos donde la música se hizo la reina y los focos volaban frenéticos, todo se volvió a apagar y apareció una silla en el centro de la arena. Un paso, dos pasos, tres pasos, cuatro pasos. Un hombre mayor vestido con un pulcro traje de chaqueta negro, camisa blanca y corbata rojo sangre. De la solapa emergía una rosa del mismo color que la corbata, y tras inspirar su olor por varios segundos, salió a escena agarrando la silla por la parte trasera y sonriendo a los espectadores, anunció:
- Bienvenidos por cuarta vez al Circo Negro, donde todo se esconde a simple vista, por ejemplo esta baraja. - sacando una baraja de cartas, asomando el as de pica, continúa. - Es lo que es y no hay más, pero si anunciamos unas cuantas palabras, nos da lo que queremos, ¿no creéis?
El silencio de las gradas era perfecto. Se deleitó con su propio poder y continuó tras unos segundos.
- Parece que está la baraja entera pero si la lanzamos al aire veamos que pasa...
La baraja salió disparada con un movimiento de muñeca que nadie esperaba en alguien de su edad. A los pocos instantes, 28 cartas formaban una fila perfecta en la arena del circo. Todos abrieron sus bocas ante el truco que acababa de realizar Roberto. Fue un pequeño niño vestido de payaso quien, para sorpresa, gritos de asombro y de felicidad al haber ganado su apuesta, quien reveló qué ponía en las cartas.
- ¡BIENVENIDOS AL CIRCO NEGRO! - tras esto, una risa de payaso loco emegió de la garganta del pequeño. Muchos no supieron nunca si rieron, temblaron de frío, o simplemente contemplaron aquella imagen embelesados por el poder que irradiaba el pequeño Carles.
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