Clavado


Clavado al suelo, sin caminar hacia ningún sitio, cabalgando a oscuras sin mirar hacia ningún lado. Quizás sea lo correcto, quizás no. Solo sabrás que vas yendo donde esperas. ¿Qué importa que la cadencia de nuestras vidas sea otra? No, no creo que importe, solo ese vaivén de las mecidas, cortas, largas, pequeñas y con sinceridad. Todo queda postergado a un litigio con un tiempo atrás añorado. Acabo cerrando los ojos para verte clavado al suelo, sin mirar a nadie más que tus propias manos manchadas. 

Sangre, sudor y rabia, todo se mezcla en un perfume dificilmente olvidado. Vuelve ese vaivén, vuelve esas puñal que se clava a la mitad, ese que te deja respirando y que te va ahogando poco a poco en nuestra necedad. Todo avanza, todo camina y sin embargo, todo acaba. Se repite nuevamente la cronología de un sentimiento que antaño era sincero y quizás puro. Finalmente queda la madrugada, tu y yo. Volveremos a caer sin remedio y puede que aunque nos rodeen cientos de personas, solo habrá un sentimiento que sobresalga, ese que permanece pese a las puñaladas y ataques. No importa si es real o no, carece de sentido si existe o no. 

Clavado, con los pies en el suelo y sin caminar, sin ver más que la luz y la oscuridad de nuestro mundo. Quizás, y entonces quizás, las prioridades cambien. La lástima de todo es que siempre nos damos cuenta tarde. 
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