Costuras
Cuando encuentras un corazón partido, deshojado por la miseria de un recuerdo que no puedes olvidar, tienes dos opciones: huir y dejar que el desdichado se lama sus heridas o cuidar y curar e ir uniendo esas costuras para que el cuerpo, y su corazón, enmiende todo lo pasado. Tu, amor mío, por suerte por mí y por los dioses, utilizaste el segundo camino.
Cada día de mi vida te estaré agradecido por rescatarme del Infierno y enseñarme la luz que todavía queda en el mundo, luz de tus ojos. Esos ojos que sonreían y aguantaban la diatriba del recuerdo mientras yo, sin darme cuenta, iba olvidando por fin aquello que parecía inolvidable y fui viendo en ti la verdadera locura. La verdadera sonrisa que me dabas cada mañana, por la que peleaba y soñaba cada mañana al abrir los ojos. Esas costuras se fueron curando y curando hasta que quedaron cerradas sin que nos diéramos cuenta. Y sin que nos diéramos cuenta, más que crear otra herida, creaste un nuevo paraíso. Mi paraíso.
Sigo soñando a día de hoy. Hoy que me despierto a tu lado, hoy que me pierdo en los rizos de tu pelo a medianoche. Sígueme curando día a día aunque no haya nada que curar, aunque no haya nada malo en lo que pensar, curame cada día de mi vida porque tu eres el perfecto bálsamo, el bálsamo de mi vida y que me ha hecho ver que siempre puedo ser mejor. Aquel que soñaba con un pasado tormentoso, hoy mira al frente, al presente, al futuro a través de esos bonitos ojos marrones que lo curan todo antes de que lo sepan con una simple mirada...
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