¿Qué sentido tiene?


Sí, quizás sea lógico que los vientos cambien de rumbo y jueguen con nuestras locuras y sueños. Sí, quizás acabemos muertos antes de darnos cuenta de la verdad, si es que existe alguna única y universal. Un pequeño grano de arena en un playa infinita. Eso es lo que somos, puedes tener mucho o no tener nada pero nuestro fin será el mismo, aunque cambie el valor de tu ataúd, será la misma tierra, o el fuego, quien consuma nuestros mejores momentos. ¿Y sabes qué? El pobre tiene más posibilidades de perdurar en el tiempo. 

El rico tiene poder, dinero, amistades, pero casi siempre están a tu lado por lo que puedes ofrecer para su beneficio. Aquellos serán olvidados pronto cuando tengan a otro mecenas que les haga lo mismo por, quizás, menos esfuerzo. Nadie recordará tu nombre cuando mueras, salvo alguna ONG a la que hayas ayudado en un momento de lucidez. 

El pobre tiene esa esencia distinta. No ayuda, y si lo hace entrega lo que tiene pese a todo. Aquello queda en el recuerdo. La memoria acaba siendo la mejor arma para combatir el dinero. La memoria del amor, de los buenos momentos, de los duros instantes en los que caminan juntos. Eso no se olvida. Eso no lo desprecia nadie. 

Y al final, pese a todo, la misma tierra te acaba consumiendo. Puedes haber vivido como un rey, pero acabas en una tumba como el pobre, y el pobre, al final, descansa en el mismo sitio que el rico.

¿Qué sentido tiene hacer el mal cuando al final acabas en el mismo sitio que aquel al que intentas destrozar?
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