Opinión | Nos hemos vuelto gilipollas
Nos hemos vuelto totalmente gilipollas. Cada día somos más insoportables en la sociedad. Cada día aguantamos menos los problemas de los demás y nos irritamos porque no nos prestan atención. Nos hemos vuelto gilipollas con la creencia de que somos el oráculo de Delfos y que nuestra verdad es la verdad universal. Me incluyo en estas líneas. Hay ciertos aspectos de nuestra vida en los que somos insoportables. El ejemplo más fácil es cuando te vas a comprar un nuevo smartphone o valoras el que tiene tu amigo más cercano como experto en smartphones que somos desde que leemos webs enfocadas a ellos y todo su universo. Nos atrevemos a rechazar un móvil porque sea del año pasado y porque ya es antiguo y "de pobres" comprar el modelo de 2016 teniendo el de 2018 aunque el que necesites sea el de 2015.
Estamos en la cresta de la ola cuando nos ponemos a dar consejos que, seguramente nadie ha pedido, sobre su móvil y por qué debe cambiarlo aunque esté sumamente contento con él. El problema es que somos muy influenciables y puedes tener un móvil de hace un año que, si tus amigos "entendidos" te dicen que ya es antiguo tu te lo crees y abogas por tener el último, a ser posible el más caro. Dejamos de comprar consolas o tecnología en general por que son antiguas si llevan más de cuatro o cinco años en en el mercado y esperamos a la nueva generación que puede que llegue o no cuando lo esperas. Cada día confirmamos más que esta sociedad, en términos generales, se ha vuelto gilipollas.
Pero nuestra gilipollez no queda en el mundo tecnológico, lo bonito es cuando nos volvemos consejeros sentimentales y opinamos sobre las parejas y amigos de nuestras amigas y amigos pero entramos en cólera si lo hacen con nosotros. Y así con todo. La hipocresía en la que vivimos para con todo nos hace que seamos más gilipollas por el simple hecho de querer saberlo todo y dar lecciones de vida a todos. A quién no las necesita, precisamente. En definitiva, vamos a la deriva y la música del Titanic ya ha dejado de tocar mientras aún seguimos apostando por algo que no va a suceder porque créeme, es complicado ser más gilipollas de lo que somos ya.
Estamos en la cresta de la ola cuando nos ponemos a dar consejos que, seguramente nadie ha pedido, sobre su móvil y por qué debe cambiarlo aunque esté sumamente contento con él. El problema es que somos muy influenciables y puedes tener un móvil de hace un año que, si tus amigos "entendidos" te dicen que ya es antiguo tu te lo crees y abogas por tener el último, a ser posible el más caro. Dejamos de comprar consolas o tecnología en general por que son antiguas si llevan más de cuatro o cinco años en en el mercado y esperamos a la nueva generación que puede que llegue o no cuando lo esperas. Cada día confirmamos más que esta sociedad, en términos generales, se ha vuelto gilipollas.
Pero nuestra gilipollez no queda en el mundo tecnológico, lo bonito es cuando nos volvemos consejeros sentimentales y opinamos sobre las parejas y amigos de nuestras amigas y amigos pero entramos en cólera si lo hacen con nosotros. Y así con todo. La hipocresía en la que vivimos para con todo nos hace que seamos más gilipollas por el simple hecho de querer saberlo todo y dar lecciones de vida a todos. A quién no las necesita, precisamente. En definitiva, vamos a la deriva y la música del Titanic ya ha dejado de tocar mientras aún seguimos apostando por algo que no va a suceder porque créeme, es complicado ser más gilipollas de lo que somos ya.
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