Opinión | El valor real de las cosas
Somos un compendio demasiado complicado como para explicar cada tontería que podemos hacer a lo largo del día. Solemos valorar todo al dedillo pero no encontramos el valor real de las cosas. Estamos condenados al consumismo más extremo y a pagar más de lo necesario. Solemos pagar en Starbucks 5, 6, u 8 euros por un simple café, con la excusa de por pagar una experiencia que no existe. Una experiencia en un vaso de plástico que pone nuestro nombre. Seguramente no nos hemos parado en el bar de la esquina, el cual te ofrecerá café, en un vaso de cerámica o cristal para no contaminar y una charla medianamente buena dependiendo del día.
Somos un compendio demasiado complicado. Buscamos la excelencia fuera pero por dentro seguramente estamos podridos. Las mejores marcas, las mejores experiencias sin darnos cuenta que nos perdemos los pequeños detalles y el valor real de las cosas. Valoramos por encima una fiesta y ponernos hasta la coronilla de alcohol pero lo hacemos por debajo a una puesta de sol, unos amigos en círculo simplemente hablando. Hemos perdido demasiados valores y nos da pereza buscarlos.
Somos personas irascibles con aquellos que nos intentan demostrar que vivimos en un error. Intentamos ignorar, o insultar según el caso, a quiénes nos descubren la panacea del momento en el que estamos. No tenemos una brújula para saber qué es lo importante porque estamos obnubilados por un brillo que, cuando frotamos, pasa a ser lo peor que puede tener el ser humano dentro. Nos gusta sacar las miserias de otro pero que nadie toque las nuestras.
A estas alturas de mi vida, el valor real de las cosas es algo que estoy aprendiendo. A veces me equivoco, otras pienso que acierto. La cuestión en esta vida es ir mejorando estando totalmente de acuerdo con nuestros principios e ideales. Siempre habrá quién crea que lo que acabo de mencionar son cuentos de Walt Disney, eso ya no es cosa mía. Bastante tengo con lidiar con mi propia conciencia como para pensar en la de otros.
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