Presión


Y al final explotó. La presión, a veces, es nuestro mejor compañero pero también nuestro perfecto enemigo. Vamos acumulando cual válvula de escape hasta que revienta. Seguramente no lo haga de la mejor forma o de la que queremos. Quizás hasta sea demasiado tarde cuando pase y nada tenga arreglo. Las ganas de destrozar mi propia vida debido a todo lo que se viene encima es demasiado fuerte, demasiado tentadora. 

Nos tentamos con la presión, ella nos vendrá bien y mejoraremos con los objetivos marcados por una sociedad que, seguramente, nos explota sin remedio. Me presto a ello y me dejo llevar por la corriente sin miedo a caer el vacío. Es tentador, es pasional, es el futuro de mi propia muerte. La presión sube y los oídos pitan, pitan sin remedio alguno. Caeré al vacío y seré feliz con ello. No aguanto más, aunque no lo notes, es insoportable, camino y no camino, oigo pero no escucho, veo pero no entiendo nada. 

Pasan los días y la locura va decayendo, insostenible, en caída libre cual música de cinta bélica o del buen terror que murió hace décadas. Cierro los ojos e intento calmarme, no puedo. Intento soñar, tengo amnesia. La potencia de mis propias palabras caminan a mi lado pero no las entiendo. Puede conmigo, vencerá mi propia batalla y la guerra estará perdida. El tic tac del reloj resuena en mis sienes golpeando como caballos al galope. Corren sin freno ni sentido hacia un camino que, a veces, se aleja de lo normal y establecido. 

He caído, he muerto. La presión ha podido conmigo. No he sabido dilucidar las locuras que me han llevado hacia la deriva. Una deriva que he necesitado desde el primer momento, que he ocultado a mis ideas, a mi presente y a mi futuro. Soñaré una vez más, con el deseo de que la presión termine, de que mi sueño termine y pueda vivir, o pueda soñar con tener una vida. 
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