Espejos de cristal


Rompemos el cristal con tal de dejar escapar nuestros complejos, pero a veces es más duro que nosotros mismos. A veces nos enamoramos de él y no dejamos que nadie lo toque, lo guardamos, lo escondemos y anhelamos que lo que vemos se haga realidad, aunque nos veamos a nosotros mismos. Otras tantas queremos que todos nos vean así, como tu piensas que eres, pero necesitas que se rompa en mil pedazos y olvidar las aristas con las que queremos vivir. O destrozar. 

Rompemos el cristal con tal de guardar nuestras propias historias en una pequeña cajita. Envolvemos el baúl entre espejos, cristal y sábanas para olvidar lo que fuimos en su momento. Queremos recordar aquello de lo que nos enamoramos y queremos volver a ser lo que fuimos en cada época en la que fuimos felices y añoramos cuando estamos tristes. A veces podemos dejarlo intacto antes que remover historias y andanzas en las que acabaremos sangrando con el filo de la navaja con la que nos gusta jugar...

Cerramos puntos suspensivos, cerramos historias, guardamos cristales y nos enamoramos de un sueño que vemos reflejado. Caeremos, nos levantaremos pero siempre será una nueva historia. Un nuevo comienzo mientras creamos esos reflejos que el sol imagina en nuestros propios sentimientos. Cerremos los puntos, comencemos a crear y no a destruir. La vida puede ser más bonita siempre que la felicidad se refleja en nuestros propios sentimientos. Aunque haya que romper ese cristal de que nos enamoramos cuando eramos niños. 
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