Reflexión | Y el tiempo acaba

Suena el despertador. Lo apagas de mala gana y miras el reloj, como si no supieras que toca cada día a la misma hora. Maldices al mundo y pides que todo acabe de una vez. Te levantas, preparas el café y vas a la ducha. Piensas que tienes un día complicado y que llegarás a casa esta noche para comer esas alitas tan buenas del bar de enfrente. Quizás, si tienes suerte, llegarás para el partido. Desayunas, te vistes con un pantalón negro, zapatos de deporte y camisa a cuadros. Un chaquetón, una bufanda y un paraguas. Tiene pinta de llover. 

Sales a la calle y confirmas que el tiempo será malo durante días. Por suerte, mañana libras y podrás quedarte en casa con el calentador y un par de películas. Esperas en la parada del autobús, rezando con que llegues a tiempo y esperando no llegar tarde al trabajo. Sería una pequeña reprimenda más y no tienes ganas, ni el cuerpo, para aguantar al jefe diez minutos más. Llegas a tiempo, trabajas durante diez horas con el único pensamiento de llegar y comerte esas malditas alitas que tu mente no deja de traerte de vuelta. 

Sales del trabajo y vuelves al autobús. Llegas al bar a tiempo para pedir esa cena con la que llevas soñando desde que te levantaste. Acabas saliendo con el paraguas en la mano y la bolsa en otra porque no, no ha llovido. Cruzas la calle de camino a casa mirando las estrellas y confirmando que mañana, con suerte, no saldrás de casa ni para pedir comida. Y así, casi sin darte cuenta ni poder despedirte de nadie, con los faros del coche encima de ti, el tiempo acaba. 


Con la tecnología de Blogger.