El Primer Sueño , Arena
Aquella era una gran oportunidad para descubrir más sobre los sueños que venía teniendo largo tiempo atrás. Estaba totalmente nerviosa, y seguía a la anciana a una distancia prudente para que no la descubriera. Se había despedido de su amiga sin darle ninguna explicación. Sabía que mañana se la pediría, pero no podía perder tiempo en excusas baratas, mientras aquella mujer echaba a andar por la calle.
Miles de volutas marrones se mezclaban con las aristas de sol que se clavaban en el ambiente, mientras una pequeña brisa hacía que varias ramas de árboles jugueteaban a esconderse una tras otras. La anciana caminaba a paso lento mientras la pequeña iba dando breves pasitos para ir al mismo ritmo que la mujer. Vestía con ropajes marrones y blancos, mientras el pelo rubio ondeaba liso al ritmo de la pequeña brisa. La pequeña, en cambio iba con un vestido de flores, con fondo rojo.
Carolina estaba aterrorizada, pues aquellas dos personas eran idénticas a las de su sueño, y tras aquel leve guiño, no podía sino preguntarle quien era y de que la conocía. La anciana paró en seco durante unos segundos, mientras ella se escondía tras unos portales de madera rústica. Pasaron unos minutos y no pudo asomarse para ver donde estaba la anciana. Segundos después, alguien le susurró al oído varias palabras en latín. Carolina dio un respingo al escuchar aquella voz, y se giró bruscamente, casi dándole un golpe a la anciana, que la miraba de forma serena.
- No tengas miedo, ya me conoces de tus sueños.
- Pero no eres real...¿No?
- Hay está la magia. No puedes saberlo.
- ¿De qué te conozco?- preguntó con nerviosismo.
- Pregunta en tu familia, no puedo decirte nada.
- ¿ Sabes porque tengo esos sueños?
- Claro, sueñas conmigo. Todo sueño tiene un significado. Está en ti averiguarlo e interpretarlo de la mejor forma.
- No se por donde empezar.
- Estamos hablando, eso es un comienzo y una oportunidad que yo no tuve.
- ¿Pasaste por lo mismo?
El silencio se apoderó de la conversación, haciendo que la tensión aumentara por momentos.
- Te he preguntado algo, amable anciana.- insistió Carolina.
- Lo sé, tengo el derecho de no responderte.
La joven tuvo el presentimiento que debía buscar muy bien las preguntas para que la anciana respondiera con total tranquilidad. La mujer mayor hizo un ademán para que comenzaran a andar, y ella, obediente, cedió a sus intereses. Tenía que ganar tiempo, y de repente supo por donde ir.
- ¿Quién es la pequeña?
- Tu, aquí tenías cinco años. ¿No lo recuerdas? - tras esto se encogió de hombros, y agarró la pequeña mano de la niña.
No esperaba esa respuesta. Tardó un buen rato en volver en sí, y miró a la niña. No se había dado cuenta hasta ahora que tenía sus mismos ojos, y aquel pequeño lunar en el lado derecho del cuello.
- Pero...¿Cómo...?
- Los increíbles momentos que puede crear el sueño y la realidad. Puede que estés aquí conmigo hablando, o puedes que estés en tu casa, plácidamente dormida...Increíble el sueño...¿No crees?
Carolina se puso a recordar todo lo que había hecho a lo largo del día, desde que se despertó del sueño, hasta quedar con Marta. Estaba completamente segura que estaba despierta, y que eso, no era un sueño. En cambio aquella anciana le había hecho dudar seriamente. Antes de seguir pensando si era o no, ella comenzó a hablar.
- Veo que no es fácil convencerte, eso me gusta. ¿Qué crees que soy?
- ¿Un fantasma?, ¿Una visión?..- titubeó antes de decirlo.- ¿Alguien que quiere reirse de mi?
Una sonora carcajada emergíó sana desde la garganta de la anciana. Tras ello, la miró intensamente con los ojos azules zafiro, y le susurró al oído.
- Para saber la realidad de las cosas, debes sentir, debes saber que realmente existe, pues muchas cortinas de humo hay en nuestro mundo. Debes sentir, debes saber que existo.
Carolina se paró en seco ante aquel susurro. Era una invitación, y no era una de esas que se debían dejar escapar. Así que tras un leve asentimiento, acercó la mano hacia su hombro. Tras posarlo unos segundos, se quedó petrificada ante lo que estaba pasando. Las piernas y sus ropajes se estaban deshaciendo en arena. Poco a poco la arena fue comiendo terreno a la piel, haciendo que la anciana sonriera.
- Todos volvemos a la arena, una vez u otra, pero todos volvemos...
Tras esto, la arena devoró la cabeza y el pelo rubio de la anciana, haciendo que cayera al suelo, creando una pequeña duna en mitad de la tierra del camino. Carolina no sabía que hacer, y se quedó mirando a la pequeña que sonreía abiertamente ante tal espectáculo. Iba a hablar, pero la pequeña se adelantó.
- Seré guapa de mayor, lástima que no lo sea por mucho tiempo...
Miles de volutas marrones se mezclaban con las aristas de sol que se clavaban en el ambiente, mientras una pequeña brisa hacía que varias ramas de árboles jugueteaban a esconderse una tras otras. La anciana caminaba a paso lento mientras la pequeña iba dando breves pasitos para ir al mismo ritmo que la mujer. Vestía con ropajes marrones y blancos, mientras el pelo rubio ondeaba liso al ritmo de la pequeña brisa. La pequeña, en cambio iba con un vestido de flores, con fondo rojo.
Carolina estaba aterrorizada, pues aquellas dos personas eran idénticas a las de su sueño, y tras aquel leve guiño, no podía sino preguntarle quien era y de que la conocía. La anciana paró en seco durante unos segundos, mientras ella se escondía tras unos portales de madera rústica. Pasaron unos minutos y no pudo asomarse para ver donde estaba la anciana. Segundos después, alguien le susurró al oído varias palabras en latín. Carolina dio un respingo al escuchar aquella voz, y se giró bruscamente, casi dándole un golpe a la anciana, que la miraba de forma serena.
- No tengas miedo, ya me conoces de tus sueños.
- Pero no eres real...¿No?
- Hay está la magia. No puedes saberlo.
- ¿De qué te conozco?- preguntó con nerviosismo.
- Pregunta en tu familia, no puedo decirte nada.
- ¿ Sabes porque tengo esos sueños?
- Claro, sueñas conmigo. Todo sueño tiene un significado. Está en ti averiguarlo e interpretarlo de la mejor forma.
- No se por donde empezar.
- Estamos hablando, eso es un comienzo y una oportunidad que yo no tuve.
- ¿Pasaste por lo mismo?
El silencio se apoderó de la conversación, haciendo que la tensión aumentara por momentos.
- Te he preguntado algo, amable anciana.- insistió Carolina.
- Lo sé, tengo el derecho de no responderte.
La joven tuvo el presentimiento que debía buscar muy bien las preguntas para que la anciana respondiera con total tranquilidad. La mujer mayor hizo un ademán para que comenzaran a andar, y ella, obediente, cedió a sus intereses. Tenía que ganar tiempo, y de repente supo por donde ir.
- ¿Quién es la pequeña?
- Tu, aquí tenías cinco años. ¿No lo recuerdas? - tras esto se encogió de hombros, y agarró la pequeña mano de la niña.
No esperaba esa respuesta. Tardó un buen rato en volver en sí, y miró a la niña. No se había dado cuenta hasta ahora que tenía sus mismos ojos, y aquel pequeño lunar en el lado derecho del cuello.
- Pero...¿Cómo...?
- Los increíbles momentos que puede crear el sueño y la realidad. Puede que estés aquí conmigo hablando, o puedes que estés en tu casa, plácidamente dormida...Increíble el sueño...¿No crees?
Carolina se puso a recordar todo lo que había hecho a lo largo del día, desde que se despertó del sueño, hasta quedar con Marta. Estaba completamente segura que estaba despierta, y que eso, no era un sueño. En cambio aquella anciana le había hecho dudar seriamente. Antes de seguir pensando si era o no, ella comenzó a hablar.
- Veo que no es fácil convencerte, eso me gusta. ¿Qué crees que soy?
- ¿Un fantasma?, ¿Una visión?..- titubeó antes de decirlo.- ¿Alguien que quiere reirse de mi?
Una sonora carcajada emergíó sana desde la garganta de la anciana. Tras ello, la miró intensamente con los ojos azules zafiro, y le susurró al oído.
- Para saber la realidad de las cosas, debes sentir, debes saber que realmente existe, pues muchas cortinas de humo hay en nuestro mundo. Debes sentir, debes saber que existo.
Carolina se paró en seco ante aquel susurro. Era una invitación, y no era una de esas que se debían dejar escapar. Así que tras un leve asentimiento, acercó la mano hacia su hombro. Tras posarlo unos segundos, se quedó petrificada ante lo que estaba pasando. Las piernas y sus ropajes se estaban deshaciendo en arena. Poco a poco la arena fue comiendo terreno a la piel, haciendo que la anciana sonriera.
- Todos volvemos a la arena, una vez u otra, pero todos volvemos...
Tras esto, la arena devoró la cabeza y el pelo rubio de la anciana, haciendo que cayera al suelo, creando una pequeña duna en mitad de la tierra del camino. Carolina no sabía que hacer, y se quedó mirando a la pequeña que sonreía abiertamente ante tal espectáculo. Iba a hablar, pero la pequeña se adelantó.
- Seré guapa de mayor, lástima que no lo sea por mucho tiempo...
El final... ¡Menudo final! La niña pequeña... ¿le insinúa que va a morir? O_O
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