El Primer Sueño, Todo Regresa...
Carolina se quedó plantada viendo como la pequeña se marchaba andando muy lentamente. La niña desapareció tras una esquina, mientras que ella giró la mirada hacia la arena, que descansaba sobre el suelo. Se acercó a la misma y se puso a removerla lentamente con la mano izquierda. Al no notar nada se sentó en un banco cercano y se puso a pensar en todo lo que le había pasado, desde aquellos sueños, pasando por el reloj y las cartas. Todo era realmente extraño. Había pasado una semana desde aquella tarde que paseó por el paseo marítimo hasta ese momento en el que estaba pensando que podía ser lo siguiente.
Una pequeña brisa había comenzado a levantarse, haciendo viajar a varias hojas secas del suelo, mientras varias personas pasaban cerca suya con el ceño fruncido. Carolina intentó no echar cuenta a las personas y centrarse en aquellas cartas. No paraba de pensar en aquellas dos fechas que había leído. No tenía ni idea de a qué se refería. Luego estaba el espejo, aquel que no mostraba su reflejo, era bastante curioso, y por último, los sueños. Aquellos sueños que cada vez eran más reales. Estaba segura que todo estaba conectado, pero no sabía qué conectaba cada cosa y porqué. Se quedó mirando la arena, inmóvil, le costaba pensar que aquellas miles de gotas marrones que ahora reposaban en el suelo, hubieran sido una persona minutos antes.
Una leve brisa se alzó lentamente haciendo que la arena se levantara en pequeños remolinos, mientras Carolina miraba fijamente los cuatro que revoloteaban en el centro de la duna. Poco a poco se comenzó a vislumbrar algo que la joven no esperaba. En el centro de la misma, una pequeña caja de madera labrada comenzaba a visualizarse. Un sudor frío comenzó a recorrer lentamente la espalda de Carolina, mientras varias gotas de sudor resbalaban por su mejilla. Intentó alzar el brazo izquierdo para coger la caja, pero le fue imposible, estaba petrificada.
Forcejeando con su cuerpo consiguió levantarse del banco, alargó el brazo izquierdo y levantó la cajita que reposaba sobre ella con una fuerza asombrosa. Pesaba demasiado para ser una simple caja. Se puso a observarlas, pero no encontró ningún cerrojo para intentar abrirla.Encontró un pequeño hueco desde donde podría forzarla, así que giró sobre sus talones para enfilar el camino a su casa. Pasó por el banco donde había estado sentada con su amiga y vio que alguien lo ocupaba. Como acto reflejo pensó que sería su amiga, pero no esperaba que la persona que estaba sentada era la pequeña que iba de la mano de la mujer anciana. Se paró en seco. La pequeña sonrió abiertamente. Carolina vio una oportunidad para intentar aclararse y no dudó en preguntar.
-¿Cómo te llamas, pequeña?
- Coral.
- ¿Quién era la anciana, Coral?
- Es alguien que me ha ayudado a ser quien soy.
- ¿Me cuentas la historia?
- ¿Qué historia?
- Todo son historias, y que la anciana te ayudara a ser quien eres, es una historia.
- Eso es cierto, pero está en mi juicio contártela o no.
Carolina vio que por aquel sitio no iba a ningún lado, así que decidió cambiar de estrategia.
- ¿Cómo se llama?
- ¿La anciana?
- Carolina. Si, se llama igual que tu.
- Se muchas cosas, que no te engañe mi edad. Ahora debo irme, espero que muy pronto nos volvamos a ver, si deseas hablar antes, búscame en el espejo.
Tras esto se levantó y se fue calle abajo, dando pequeños saltos.
Media hora después Carolina llegó a su casa, teniendo todavía en la mente aquella conversación con la pequeña. Dejó la pequeña cajita en la mesa, y fue a echarse un vaso de agua para refrescarse.
- ¿De dónde has sacado esa cajita? preguntó su madre, sorprendiendo a Carolina.
- Mamá, me has asustado, me la he encontrado en un parque, y me la he traído a casa, ¿Por qué?
- No me mientas cariño, no es la primera vez que veo esa caja.
-¿Cómo que la has visto antes mamá?
- Sí, esa caja ha estado en esta casa durante largo tiempo.
- ¿De quien era?
- Nadie sabe de quien es. Estuvo aquí cuando compramos la casa, y el antiguo dueño no consiguió decirnos a quien pertenecía. Nos la regaló, y en una de nuestras limpiezas desapareció.
- Está ligada a esta casa desde largo tiempo...
- Eso es, por eso me ha sorprendido que la traigas de nuevo a su casa. comentó la madre con el ceño fruncido.
- Todo regresa por algo, así que pronto lo descubriremos.
Una pequeña brisa había comenzado a levantarse, haciendo viajar a varias hojas secas del suelo, mientras varias personas pasaban cerca suya con el ceño fruncido. Carolina intentó no echar cuenta a las personas y centrarse en aquellas cartas. No paraba de pensar en aquellas dos fechas que había leído. No tenía ni idea de a qué se refería. Luego estaba el espejo, aquel que no mostraba su reflejo, era bastante curioso, y por último, los sueños. Aquellos sueños que cada vez eran más reales. Estaba segura que todo estaba conectado, pero no sabía qué conectaba cada cosa y porqué. Se quedó mirando la arena, inmóvil, le costaba pensar que aquellas miles de gotas marrones que ahora reposaban en el suelo, hubieran sido una persona minutos antes.
Una leve brisa se alzó lentamente haciendo que la arena se levantara en pequeños remolinos, mientras Carolina miraba fijamente los cuatro que revoloteaban en el centro de la duna. Poco a poco se comenzó a vislumbrar algo que la joven no esperaba. En el centro de la misma, una pequeña caja de madera labrada comenzaba a visualizarse. Un sudor frío comenzó a recorrer lentamente la espalda de Carolina, mientras varias gotas de sudor resbalaban por su mejilla. Intentó alzar el brazo izquierdo para coger la caja, pero le fue imposible, estaba petrificada.
Forcejeando con su cuerpo consiguió levantarse del banco, alargó el brazo izquierdo y levantó la cajita que reposaba sobre ella con una fuerza asombrosa. Pesaba demasiado para ser una simple caja. Se puso a observarlas, pero no encontró ningún cerrojo para intentar abrirla.Encontró un pequeño hueco desde donde podría forzarla, así que giró sobre sus talones para enfilar el camino a su casa. Pasó por el banco donde había estado sentada con su amiga y vio que alguien lo ocupaba. Como acto reflejo pensó que sería su amiga, pero no esperaba que la persona que estaba sentada era la pequeña que iba de la mano de la mujer anciana. Se paró en seco. La pequeña sonrió abiertamente. Carolina vio una oportunidad para intentar aclararse y no dudó en preguntar.
-¿Cómo te llamas, pequeña?
- Coral.
- ¿Quién era la anciana, Coral?
- Es alguien que me ha ayudado a ser quien soy.
- ¿Me cuentas la historia?
- ¿Qué historia?
- Todo son historias, y que la anciana te ayudara a ser quien eres, es una historia.
- Eso es cierto, pero está en mi juicio contártela o no.
Carolina vio que por aquel sitio no iba a ningún lado, así que decidió cambiar de estrategia.
- ¿Cómo se llama?
- ¿La anciana?
- Carolina. Si, se llama igual que tu.
- Se muchas cosas, que no te engañe mi edad. Ahora debo irme, espero que muy pronto nos volvamos a ver, si deseas hablar antes, búscame en el espejo.
Tras esto se levantó y se fue calle abajo, dando pequeños saltos.
Media hora después Carolina llegó a su casa, teniendo todavía en la mente aquella conversación con la pequeña. Dejó la pequeña cajita en la mesa, y fue a echarse un vaso de agua para refrescarse.
- ¿De dónde has sacado esa cajita? preguntó su madre, sorprendiendo a Carolina.
- Mamá, me has asustado, me la he encontrado en un parque, y me la he traído a casa, ¿Por qué?
- No me mientas cariño, no es la primera vez que veo esa caja.
-¿Cómo que la has visto antes mamá?
- Sí, esa caja ha estado en esta casa durante largo tiempo.
- ¿De quien era?
- Nadie sabe de quien es. Estuvo aquí cuando compramos la casa, y el antiguo dueño no consiguió decirnos a quien pertenecía. Nos la regaló, y en una de nuestras limpiezas desapareció.
- Está ligada a esta casa desde largo tiempo...
- Eso es, por eso me ha sorprendido que la traigas de nuevo a su casa. comentó la madre con el ceño fruncido.
- Todo regresa por algo, así que pronto lo descubriremos.
Que bonito, ahora cajas en montoncitos de arena. de modo que todo está conectado a través del tiempo y el espacio como si hubiera una especie de brecha temporal, menuda vuelta de tuerca estoy dando.
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