La Princesa De Luz, Tierra De Sangre, Parte II
El silencio fue el rey durante los instantes posteriores. Ruy no se esperaba aquella reacción. Había sobrevalorado a Isabel y ahora estaba herido en su hombro izquierdo, y con un punzante dolor, pese a ello, se alzó con la sangre brotando suavemente por la herida, y comenzó a hablar.
- Veo que tu fama es cierta. No debí confiar tanto en ti, pues todo me certifica que puedes hacer mucho más.
- Lo mismo puedo decir de ti. Sabiste ganar mi confianza, pero nada es eterno, como tu vida, que pronto llegará al final.
- Confías mucho en ti misma, pero no has visto nada de lo que soy capaz.
Acto seguido y sin casi dejar tiempo a Isabel, Ruy alcanzó la lanza y la lanzó hacia la pequeña, la cual fue sorprendida por la habilidad del arquero, ya que el hombro izquierdo aún le sangraba profusamente. La lanza se clavó en el árbol que tenía al lado, no sin antes rozar su brazo derecho, dejando varios cortes que comenzaron levemente a sangrar. Para sorpresa de Ruy, Isabel no hizo amago de dolor ni de estar herida. Solamente sonrió. El arquero andó varios pasos hacia delante para intentar presionar a la pequeña, pero Isabel no se inmutó, y entonces fue ella la que avanzó varios pasos, y sin casi avisar, agitó levemente la mano izquierda y lanzó una nueva punta de madera, la cual se clavó en el mismo sitio del hombro izquierdo. Un nuevo alarido de dolor emergió desde lo más profundo de Ruy, el cual avanzó con furia y empujó a Isabel contra el mismo árbol donde estaba clavada la lanza, y fue entonces cuando el cuerpo de la lanza rasgó la piel de la cadera de la pequeña, clavando girones de tela y de piel en la madera.
Isabel suspiró levemente, pero seguía sin mostrar dolor ni llegó a soltar ningún gemido. Pasados unos segundos, se alzó majestuosa, y se clavó delante de Ruy, el cual estaba cansado y con claras muecas de dolor. Isabel pensó que era el momento perfecto para atacar, y tras murmurar unas palabras se lanzó contra Ruy con una rapidez sorprendente, clavando su última punta de madera en la rodilla izquierda, haciendo que el arquero cayera de rodillas. Es entonces cuando la pequeña se acerca con tranquilidad y elegancia hasta Ruy y comienza a reirse levemente.
- Admira mi poder, veo que tu mismo te has sobrevalorado, y como siempre, mis rivales pierden ante mi majestuosidad...
- Si, mi señora, me inclino ante tu majestuosidad y tu gran poder para la batalla, pero nada acaba hasta que alguien declara el final...
Tras estas palabras Ruy clavó una pequeña daga que guardaba en la espalda en el brazo de Isabel, seccionando su mano izquierda. Fue entonces cuando la pequeña gritó de dolor por primera vez. Cayó de rodillas cerca del arquero, el cual se levantó y fue a clavar de nuevo la daga, pero Isabel reaccionó y lo empujó al suelo, para luego coger una piedra y golpear, una, dos, tres, hasta cuatro veces en el hombro herido. Entonces se levantó y se situó frente a él, y habló de nuevo.
- Por mucho que me sorprendas, y aunque me hagas daño, nunca tendrás la posibilidad de poder conmigo. Veo que estás herido, y podría acabar contigo ahora mismo, pero me gustaría seguir disfrutando contigo un poco más, por eso voy a desatar a Elisea para que pueda contar mi nueva hazaña.
Isabel se levantó, apoyando su mano derecha en la punta de madera que estaba clavada en la rodilla izquierda, la cual casi desapareció entre la sangre y lo jirones de piel, haciendo que Ruy gritara de dolor.
- Ahora vengo, espero que no te muevas. No quiero buscarte.
Isabel se tranquilizó y tras vendarse precariamente el muñón del brazo izquierdo, sonreía, pues era el primero que conseguía hacerle tanto daño como para tener que vendarse antes de acabar con aquel hombre. No había acabado ya por simple curiosidad, por ver con qué la sorprendía cuando llegara, pero ahora iba directa a Elisea, la cual había sido una espectadora de excepción, aunque algo lejana. Llegó con una amplia sonrisa.
- Elisea, vengo a liberarte para que, cuando vuelvas al mundo, puedas hablar de mi clemencia y de lo que aquí has visto. El final espero que no lo veas, pues espero sea muy duro. Muchas gracias por haberme cuidado este largo tiempo hasta hoy. Hoy te devuelvo ese favor liberándote, y esperando que cuentes lo que aquí has visto.
- Gracias Isabel, tu clemencia es más grande que tu poder para la batalla, y juro por el alma de mi marido que contaré lo aquí vivido. Para mi también ha sido un placer poder pasar este tiempo contigo, aunque el motivo de la empresa fuera capturarte y entregarte. Te pido perdón por haberlo intentado y de nuevo te doy las gracias. Me marcho como me aconsejas, pues espero que tu crueldad acabará con aquel falso salvador que tanto daño me hizo.
Tras un breve abrazo, Elisea se marchó agradeciendo aquel gesto a Isabel. Pero en una cosa estaba equivocada, y no seguiría su consejo. Tenía curiosidad por ver como acababa aquella batalla, así que se escondió entre los arbustos y se dispuso a ver como terminaba aquel combate.
Isabel la dejó marchar por el consejo de su madre, pero sabía que no marcharía, y aunque a Ruy le quedaba poco de vida, daría juego, y todavían quedaban un par de horas para el anochecer, tenía tiempo de jugar tranquilamente con el alma de aquel desgraciado.
- Veo que tu fama es cierta. No debí confiar tanto en ti, pues todo me certifica que puedes hacer mucho más.
- Lo mismo puedo decir de ti. Sabiste ganar mi confianza, pero nada es eterno, como tu vida, que pronto llegará al final.
- Confías mucho en ti misma, pero no has visto nada de lo que soy capaz.
Acto seguido y sin casi dejar tiempo a Isabel, Ruy alcanzó la lanza y la lanzó hacia la pequeña, la cual fue sorprendida por la habilidad del arquero, ya que el hombro izquierdo aún le sangraba profusamente. La lanza se clavó en el árbol que tenía al lado, no sin antes rozar su brazo derecho, dejando varios cortes que comenzaron levemente a sangrar. Para sorpresa de Ruy, Isabel no hizo amago de dolor ni de estar herida. Solamente sonrió. El arquero andó varios pasos hacia delante para intentar presionar a la pequeña, pero Isabel no se inmutó, y entonces fue ella la que avanzó varios pasos, y sin casi avisar, agitó levemente la mano izquierda y lanzó una nueva punta de madera, la cual se clavó en el mismo sitio del hombro izquierdo. Un nuevo alarido de dolor emergió desde lo más profundo de Ruy, el cual avanzó con furia y empujó a Isabel contra el mismo árbol donde estaba clavada la lanza, y fue entonces cuando el cuerpo de la lanza rasgó la piel de la cadera de la pequeña, clavando girones de tela y de piel en la madera.
Isabel suspiró levemente, pero seguía sin mostrar dolor ni llegó a soltar ningún gemido. Pasados unos segundos, se alzó majestuosa, y se clavó delante de Ruy, el cual estaba cansado y con claras muecas de dolor. Isabel pensó que era el momento perfecto para atacar, y tras murmurar unas palabras se lanzó contra Ruy con una rapidez sorprendente, clavando su última punta de madera en la rodilla izquierda, haciendo que el arquero cayera de rodillas. Es entonces cuando la pequeña se acerca con tranquilidad y elegancia hasta Ruy y comienza a reirse levemente.
- Admira mi poder, veo que tu mismo te has sobrevalorado, y como siempre, mis rivales pierden ante mi majestuosidad...
- Si, mi señora, me inclino ante tu majestuosidad y tu gran poder para la batalla, pero nada acaba hasta que alguien declara el final...
Tras estas palabras Ruy clavó una pequeña daga que guardaba en la espalda en el brazo de Isabel, seccionando su mano izquierda. Fue entonces cuando la pequeña gritó de dolor por primera vez. Cayó de rodillas cerca del arquero, el cual se levantó y fue a clavar de nuevo la daga, pero Isabel reaccionó y lo empujó al suelo, para luego coger una piedra y golpear, una, dos, tres, hasta cuatro veces en el hombro herido. Entonces se levantó y se situó frente a él, y habló de nuevo.
- Por mucho que me sorprendas, y aunque me hagas daño, nunca tendrás la posibilidad de poder conmigo. Veo que estás herido, y podría acabar contigo ahora mismo, pero me gustaría seguir disfrutando contigo un poco más, por eso voy a desatar a Elisea para que pueda contar mi nueva hazaña.
Isabel se levantó, apoyando su mano derecha en la punta de madera que estaba clavada en la rodilla izquierda, la cual casi desapareció entre la sangre y lo jirones de piel, haciendo que Ruy gritara de dolor.
- Ahora vengo, espero que no te muevas. No quiero buscarte.
Isabel se tranquilizó y tras vendarse precariamente el muñón del brazo izquierdo, sonreía, pues era el primero que conseguía hacerle tanto daño como para tener que vendarse antes de acabar con aquel hombre. No había acabado ya por simple curiosidad, por ver con qué la sorprendía cuando llegara, pero ahora iba directa a Elisea, la cual había sido una espectadora de excepción, aunque algo lejana. Llegó con una amplia sonrisa.
- Elisea, vengo a liberarte para que, cuando vuelvas al mundo, puedas hablar de mi clemencia y de lo que aquí has visto. El final espero que no lo veas, pues espero sea muy duro. Muchas gracias por haberme cuidado este largo tiempo hasta hoy. Hoy te devuelvo ese favor liberándote, y esperando que cuentes lo que aquí has visto.
- Gracias Isabel, tu clemencia es más grande que tu poder para la batalla, y juro por el alma de mi marido que contaré lo aquí vivido. Para mi también ha sido un placer poder pasar este tiempo contigo, aunque el motivo de la empresa fuera capturarte y entregarte. Te pido perdón por haberlo intentado y de nuevo te doy las gracias. Me marcho como me aconsejas, pues espero que tu crueldad acabará con aquel falso salvador que tanto daño me hizo.
Tras un breve abrazo, Elisea se marchó agradeciendo aquel gesto a Isabel. Pero en una cosa estaba equivocada, y no seguiría su consejo. Tenía curiosidad por ver como acababa aquella batalla, así que se escondió entre los arbustos y se dispuso a ver como terminaba aquel combate.
Isabel la dejó marchar por el consejo de su madre, pero sabía que no marcharía, y aunque a Ruy le quedaba poco de vida, daría juego, y todavían quedaban un par de horas para el anochecer, tenía tiempo de jugar tranquilamente con el alma de aquel desgraciado.
se está tirando mucho tiempo con el tío este tiene que hacer las cosas rápido no puede entretenerse.
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