Tenebris Passiones, Nuevo Futuro.
Roma.
Primavera del 217 a. C
Emilia salió de la estancia dejando a su antiguo amo hablando con su nuevo dueño. No podía creer que la hubiera vendido después de todo lo que hizo para que saliera adelante. Todavía perpleja, recorrió el pasillo que llevaba a las dependencias de los esclavos. Su madre descansaba en una pequeña cama donde dormían ambas. La estancia constaba de una amplia sala rectangular donde varios camastros se dividían entremezclados con mantas, y algunos muebles olvidados o que sólo se sacaban para ocasiones relevantes. Un par de ventanas dejaban que las pequeñas brisas de aire de la noche romana invadiera la estancia, haciéndoles pasar frío.
Su madre se levantó sobresaltada al verla sollozar. Pronto tomó el mando de la situación.
- ¿Qué te ha pasado? ¿No te habrás sobrepasado? - hizo esta última pregunta con miedo en la voz.
- No mamá. El amo me ha llamado y me ha dicho que me voy de la casa con un nuevo dueño.
- ¿Qué? Pero...¿ Por qué?
- Tengo que atender y cuidar al hijo de mi nuevo amo, y encargarme de todo esté como el pequeño desea.
- Bueno, entonces el cambio no es malo, o no tan malo...- respondió su madre cavilando la situación.
- ¿Qué no es tan malo? Me voy a una casa donde no conozco a nadie y no se cómo me tratarán... Puede incluso que hasta me peguen.
- No creo que mi amo, y anteriormente el tuyo, hiciera algo con uno de sus esclavos...
- Somos esclavos mamá. Nadie nos tiene respeto. Nadie mira por nosotros. Somos la basura que nadie quiere.
- Recuerda que mi amo te salvó de una muerte segura...Te ayudó a sobrevivir.- anunció, defendiendo a su dueño.
- Claro, para no tener que comprar a alguna dentro de unos años. No lo hacen por compasión, no tienen compasión con nosotros... - las lágrimas comenzaron a surcar profusamente las mejillas de Emilia.
- Sea como sea debes cumplir la última orden de tu amo. Recoge tus cosas y parte enseguida con tu nuevo amo. Haz lo que te pidan y demuestra quien eres. - respondió con orgullo.
- Si, demostraré quien soy. La hija de una maldita esclava. - lanzó esas últimas palabras con odio y rabia.
Se giró con el poco orgullo que había conseguido retener y recogió en un pequeño saco sus pocas pertenencias. En aquello había tenido suerte, lo sabía. Muchas de las esclavas que había conocido en el Macellum contaban a escondidas que sus amos no las dejaba tener pertenencias y las obligaban a vestirse y desvertirse delante de ellos. Salió por la puerta sin despedirse de su madre y se dirigió de nuevo a la estancia donde esperaban su futuro y se despedía su pasado.
- ¿Ya lo tienes todo, esclava? - preguntó Marco Lucio Celsus. Emilia asintió de manera cansina. Al segundo se arrepintió de haber obedecido con tanta dejadez. - Ofrece algo más de respeto esclava. No te mando azotar porque ya no me perteneces. Ahora ve con mi amigo y sírvele tan bien como lo has hecho conmigo.
- Gracias amigo. Siempre tendré en cuenta este favor que hoy me haces.
- Sea, aunque no dudes que si necesito de él, no dudaré en utilizarlo.
Un amplio abrazo terminó aquella conversación e hizo que Cneo Cornelio Aculeo y su nueva esclava salieran de la domus de su amigo y se encaminaran a la suya propia. Emilia seguía pensando cual sería su futuro más cercano. Siempre había escuchado hablar bien a sus esclavas sobre los métodos de su amo, pero no podía fiarse, pues podían mentir antes de que alguien pudiera decir que mentían. Su vida estaba en juego. Quiso seguir enfrascada en sus pensamientos pero su nuevo amo comenzó a hablar. No quería empezar su nueva vida con una azotaina.
- Ahora vendrás conmigo a la tienda de un comerciante donde te cambiaremos esa vestimenta por una más acorde a nuestra familia y nuestro estatus. Ahora dime tu nombre esclava.
- Me llamo Emilia mi señor.
- Nombre poco usual en esclavas. ¿Naciste aquí?
- Si, mi señor. En casa de mi antiguo amo.
- Espero que te tratara bien. Aunque seas esclava mereces algo de respeto.
- Si, mi señor.
- Sea, ahora vayamos a por tu nueva vestimenta. No puedes aparecer así en mi casa. Además, con una no tendrás suficiente, así que tendremos que comparte un par para que tengas de sobra.
- Gracias mi señor. - respondió emocionada.
No sabía porqué, pero estaba segura que su nueva vida iba a ser mejor que la anterior. Lo que no sabía es que el destino era experto en jugar con las personas.
Primavera del 217 a. C
Emilia salió de la estancia dejando a su antiguo amo hablando con su nuevo dueño. No podía creer que la hubiera vendido después de todo lo que hizo para que saliera adelante. Todavía perpleja, recorrió el pasillo que llevaba a las dependencias de los esclavos. Su madre descansaba en una pequeña cama donde dormían ambas. La estancia constaba de una amplia sala rectangular donde varios camastros se dividían entremezclados con mantas, y algunos muebles olvidados o que sólo se sacaban para ocasiones relevantes. Un par de ventanas dejaban que las pequeñas brisas de aire de la noche romana invadiera la estancia, haciéndoles pasar frío.
Su madre se levantó sobresaltada al verla sollozar. Pronto tomó el mando de la situación.
- ¿Qué te ha pasado? ¿No te habrás sobrepasado? - hizo esta última pregunta con miedo en la voz.
- No mamá. El amo me ha llamado y me ha dicho que me voy de la casa con un nuevo dueño.
- ¿Qué? Pero...¿ Por qué?
- Tengo que atender y cuidar al hijo de mi nuevo amo, y encargarme de todo esté como el pequeño desea.
- Bueno, entonces el cambio no es malo, o no tan malo...- respondió su madre cavilando la situación.
- ¿Qué no es tan malo? Me voy a una casa donde no conozco a nadie y no se cómo me tratarán... Puede incluso que hasta me peguen.
- No creo que mi amo, y anteriormente el tuyo, hiciera algo con uno de sus esclavos...
- Somos esclavos mamá. Nadie nos tiene respeto. Nadie mira por nosotros. Somos la basura que nadie quiere.
- Recuerda que mi amo te salvó de una muerte segura...Te ayudó a sobrevivir.- anunció, defendiendo a su dueño.
- Claro, para no tener que comprar a alguna dentro de unos años. No lo hacen por compasión, no tienen compasión con nosotros... - las lágrimas comenzaron a surcar profusamente las mejillas de Emilia.
- Sea como sea debes cumplir la última orden de tu amo. Recoge tus cosas y parte enseguida con tu nuevo amo. Haz lo que te pidan y demuestra quien eres. - respondió con orgullo.
- Si, demostraré quien soy. La hija de una maldita esclava. - lanzó esas últimas palabras con odio y rabia.
Se giró con el poco orgullo que había conseguido retener y recogió en un pequeño saco sus pocas pertenencias. En aquello había tenido suerte, lo sabía. Muchas de las esclavas que había conocido en el Macellum contaban a escondidas que sus amos no las dejaba tener pertenencias y las obligaban a vestirse y desvertirse delante de ellos. Salió por la puerta sin despedirse de su madre y se dirigió de nuevo a la estancia donde esperaban su futuro y se despedía su pasado.
- ¿Ya lo tienes todo, esclava? - preguntó Marco Lucio Celsus. Emilia asintió de manera cansina. Al segundo se arrepintió de haber obedecido con tanta dejadez. - Ofrece algo más de respeto esclava. No te mando azotar porque ya no me perteneces. Ahora ve con mi amigo y sírvele tan bien como lo has hecho conmigo.
- Gracias amigo. Siempre tendré en cuenta este favor que hoy me haces.
- Sea, aunque no dudes que si necesito de él, no dudaré en utilizarlo.
Un amplio abrazo terminó aquella conversación e hizo que Cneo Cornelio Aculeo y su nueva esclava salieran de la domus de su amigo y se encaminaran a la suya propia. Emilia seguía pensando cual sería su futuro más cercano. Siempre había escuchado hablar bien a sus esclavas sobre los métodos de su amo, pero no podía fiarse, pues podían mentir antes de que alguien pudiera decir que mentían. Su vida estaba en juego. Quiso seguir enfrascada en sus pensamientos pero su nuevo amo comenzó a hablar. No quería empezar su nueva vida con una azotaina.
- Ahora vendrás conmigo a la tienda de un comerciante donde te cambiaremos esa vestimenta por una más acorde a nuestra familia y nuestro estatus. Ahora dime tu nombre esclava.
- Me llamo Emilia mi señor.
- Nombre poco usual en esclavas. ¿Naciste aquí?
- Si, mi señor. En casa de mi antiguo amo.
- Espero que te tratara bien. Aunque seas esclava mereces algo de respeto.
- Si, mi señor.
- Sea, ahora vayamos a por tu nueva vestimenta. No puedes aparecer así en mi casa. Además, con una no tendrás suficiente, así que tendremos que comparte un par para que tengas de sobra.
- Gracias mi señor. - respondió emocionada.
No sabía porqué, pero estaba segura que su nueva vida iba a ser mejor que la anterior. Lo que no sabía es que el destino era experto en jugar con las personas.
Espero que el nuevo amo la trate bien y no le pegue ni nada. Por ahora me cae bien su nuevo dueño, ya veremos despues...jejej.
ResponderEliminarTe amoooo Cariñoooo!
me ha sabido a muy poc este capitulo :( pero me esta encantando, me gusta que su nuevo amo la trate bien ;).
ResponderEliminarYo ya sabía que la iban a tratar bien xD Me lo parecía demasiado jajaja Jo,qué corto ¿no? ¡Sube cuanto antes!
ResponderEliminarCneo parece un tío con principios y los temores de Emilia, aunque tiene motivos parece que desaparecerán cuando llegue a casa de Cneo.
ResponderEliminarMe ha gistado, ella va a estar muy agusto en su nueva casa ya te lo digo yo. Cada vez me gusta mas
ResponderEliminarIncreíble, qué suerte ha tenido Emilia :) Si hubiese sido otro, lo habría pasado mal desde ya. Espero que subas pronto un nuevo capítulo.
ResponderEliminarUn beso :)