¿Qué sería la vida sin miedo?


Me muevo bien por aquellas tierras abandonadas. Quise caminar por ciclos donde no era bienvenido, quise volar por dónde tenía prohibido acercarme y, pese al daño recibido, pude disfrutar de aquellas maravillosas vistas. He querido sentir el mar donde no lo había, he querido navegar por pequeños ríos creyéndome el mejor pirata del mundo. Aquel que es renegado por la sociedad se mueve bien por tierras abandonadas. He querido bajar toda mi vida al Infierno. Esas tierras en las que el dolor, el sufrimiento y la imaginación caminan de la mano hacia un mundo que no existe, o que no queremos creer. 

A veces no hace falta morir para bajar al infierno. A veces lo vives en el momento que te quedas solo. En el momento en el que la locura te abandona y te despojas de todos tus libros y conocimientos porque la vida, como ya deberías saber, te la vuelve a jugar. Quizás vivo en él y no necesito escaleras. Quizás esas escaleras únicamente son la metáfora para acabar destrozado por mi mismo, por esas cadenas que me auto impongo y que no consigo destrozar pese a que imagino que lo hago. A veces suenan melodías que hacen que todo desaparezca y que me transportan a donde quiero llegar, quiero obviar el arduo camino y servir el final de una ruta tan peligrosa como ansiada. Si conseguí convivir entre serpientes, si conseguí reir a media sonrisa cuando realmente necesitaba llorar, si conseguí ser feliz mientras era destrozado...

Me muevo bien por aquellas tierras abandonadas. Es quizás el mejor camino hacia la victoria, o hacia la muerte. En ocasiones, las escaleras no nos llevan a algo superior, ni a algo inferior, a veces sólo es un puente hacia algo mejor que no queremos cruzar por miedo a lo que nos espera. Un miedo que puede que no estemos dispuestos a sentir, a vivir, a enamorarnos de él, porque al fin y al cabo...

¿Qué sería la vida sin miedo? 
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