Reflexión | El paso de los días

A veces la vida es mucho más dura de lo que parece. A veces, el pasar de los días se convierte en una escalada que no se puede superar en ciertos momentos. A veces el paso de los días es la peor losa para nuestra propia existencia. Parece fácil, pero siempre las montañas a priori más fáciles se convierten en el ascenso más duro. 

Todo está bien, todo está funcionando. Todo evoluciona. El problema llega cuando caminas hacia ninguna parte, sin rumbo fijo porque tu brújula ha dejado de funcionar. No sabes donde ir, ni a dónde vas a ir y ves cómo pasan las horas en el reloj sin emoción alguna. Tu vida se va perdiendo en el sinsentido de un futuro tan incierto como la fecha de nuestra propia muerte. 

La locura ya no te vale, ya no te evade a esos mundos en los que ansiaba ser alguien y poder disfrutar de lo merecido. La realidad es demasiado dura para afrontarla y, aún así, la rutina se vuelve insoportable y solo te queda el paso de los días como única válvula de escape a una vida de espejos y claroscuros que no definen nada pero que lo marcan todo. Ansías algo, no sabes el qué. Necesitas que todo siga evolucionando pero no sabes en qué sentido. 

Así llega la noche y acabas mirándote al espejo y compadeciéndote de ti mismo, intentado sacar algo positivo de esas últimas veinticuatro horas de esperas. Una espera que se va alargando conforme los días van pasando. Esa eterna espera a expensas de una noticia que cambie esa rutina que, poco a poco, te va enterrando en tu propio día a día. 

A veces la vida es mucho más dura de lo que parece. A veces, el pasar de los días se convierte en una escalada que no se puede superar. 
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