Demonios, La Primera Vez Parte I
Quiómus se quedó mirando la majestuosa casa de su hermano. Se acercó a la ventana, y tras esconderse un poco en la arboleda, y se fijó que estaban a punto de cenar. Se puso a pensar y decidió que para hacer sufrir a su sobrino, sólo tenía una opción, hacer daño a sus padres. Quería hacer las cosas bien para que su Prexiom estuviera orgulloso de él. Se sorprendió que ya se preocupara por la satisfacción de su mentor.
Se acercó a la parte trasera de la casa y entró. Su familia ya estaba en el salón dispuesta para comenzar a cenar. Quiómus entendió que si se presentaba delante de ellos con aquella túnica probablemente saldrían huyendo, así pues, decidió hacer todo aquello más tétrico. Cerró los ojos y al cabo de unos segundos las bombillas estallaron en mil pedazos. Escuchó el primer grito de su familia. Tras esto, rozó la yema de sus dedos y las puertas se cerraron fuertemente. Habia entrado en la estancia segundos antes de que las puertas se cerrasen. Notaba el miedo de su familia, era un sentimiento de placer. Se situó frente a la mesa, donde su hermano y su sobrino permanecían abrazados, mientras que su cuñada intentaba mover los brazos como buscando algo.
Pequeñas velas comenzaron a surgir por toda la estancia, y mientras la luz se hacía con la oscuridad, Quiómus no se movía un ápice. Cuando por fín la luz emergió en toda su potencia, los tres se quedaron mudos al ver a aquel hombre con aquella capucha y capa roja. El pequeño soltó un grito de terror al ver los cuernos retorcidos de aquel hombre que los miraba fijamente. No sabían realmente que hacer.
Quiómus aprovechó la incertidumbre de aquel momento para levantar la mano derecha, y fue cerrando poco a poco la mano. Segundos después su cuñada comenzaba a retorcerse de dolor. Comenzaba a jadear, y mientras su marido miraba atónito, ella pedía oxígeno con rabia. Su sobrino comenzó a gritar pidiendo ayuda a su padre. Él, reacionó, pero Quiómus levantó el brazo izquierdo e hizo que su hermano se sentara con una fuerza inusitada. Bajó la mano y el aire comenzó a circular por las fosas nasales de su cuñada.
Todos se quedaron mirando a aquella forma que se había presentado ante ellos, en aquella noche en la que se cumplían un mes del fallecimiento de Roberto, no entendían nada. Intentaron hablar, pero ninguno podían hablar, la voz no les salía de la garganta. Ninguno de los tres se esperaba la voz que emergió de aquella persona, rebosaba rabia y desprecio, se le erizó el vello cuando terminó la frase.
- Bienvenidos al Infierno, ¿Alguien quiere venir?
Se acercó a la parte trasera de la casa y entró. Su familia ya estaba en el salón dispuesta para comenzar a cenar. Quiómus entendió que si se presentaba delante de ellos con aquella túnica probablemente saldrían huyendo, así pues, decidió hacer todo aquello más tétrico. Cerró los ojos y al cabo de unos segundos las bombillas estallaron en mil pedazos. Escuchó el primer grito de su familia. Tras esto, rozó la yema de sus dedos y las puertas se cerraron fuertemente. Habia entrado en la estancia segundos antes de que las puertas se cerrasen. Notaba el miedo de su familia, era un sentimiento de placer. Se situó frente a la mesa, donde su hermano y su sobrino permanecían abrazados, mientras que su cuñada intentaba mover los brazos como buscando algo.
Pequeñas velas comenzaron a surgir por toda la estancia, y mientras la luz se hacía con la oscuridad, Quiómus no se movía un ápice. Cuando por fín la luz emergió en toda su potencia, los tres se quedaron mudos al ver a aquel hombre con aquella capucha y capa roja. El pequeño soltó un grito de terror al ver los cuernos retorcidos de aquel hombre que los miraba fijamente. No sabían realmente que hacer.
Quiómus aprovechó la incertidumbre de aquel momento para levantar la mano derecha, y fue cerrando poco a poco la mano. Segundos después su cuñada comenzaba a retorcerse de dolor. Comenzaba a jadear, y mientras su marido miraba atónito, ella pedía oxígeno con rabia. Su sobrino comenzó a gritar pidiendo ayuda a su padre. Él, reacionó, pero Quiómus levantó el brazo izquierdo e hizo que su hermano se sentara con una fuerza inusitada. Bajó la mano y el aire comenzó a circular por las fosas nasales de su cuñada.
Todos se quedaron mirando a aquella forma que se había presentado ante ellos, en aquella noche en la que se cumplían un mes del fallecimiento de Roberto, no entendían nada. Intentaron hablar, pero ninguno podían hablar, la voz no les salía de la garganta. Ninguno de los tres se esperaba la voz que emergió de aquella persona, rebosaba rabia y desprecio, se le erizó el vello cuando terminó la frase.
- Bienvenidos al Infierno, ¿Alguien quiere venir?
He tenido cierta sensación de dejavú al ver que se llamaba Roberto como el de Voces Muertas jaja. Una entrada teatral es ideal para dar un toque de terror a una familia inocente y parece que él ha disfrutado bastante. Llevaba tiempo esperando que siguieras escribiendo esta historia, tus recursos a la hora de plasmar lo macabro son muy interesantes, espero que pronto sigas escribiendo más.
ResponderEliminarme gusta muxoo y me dejas como no intrigada deseando estoy de que subas la siguiente parte jesus :) a ver que ocurre ahoraa
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