Pequeñas luces


Siempre que te vas despertando de la oscuridad no ves la luz al completo. Vas viendo pequeñas luces, luces que se van uniendo y uniendo hasta que van creando pequeñas islas de claridad en ciertos oasis de soledad. Esa soledad que iba desapareciendo al fin, aunque yo no quería. No quería tantas cosas pero, dentro de mi, ansiaba que llegaran. Eran solo los restos de una fortaleza herida de muerte. Dicen que para renacer primero hay que morir, y yo di con mis huesos en el fondo antes de que vinieras a rescatarme. 

Quizás jamás lo demostré, puede que nunca te contara la verdad, pero ella fue la culpable de que esas luces comenzaran a iluminar pequeños trocitos de alma. Un alma ajada y abandonada y despreciada por mi mismo en un camino escondiéndome de una luz que despreciaba, de una forma de ver la vida que aún hoy me parece sorprendente como renegaba sin haberla vivido de verdad. Lo anterior habían sido migajas, restos de un beso perdido, caricias incompletas, momentos ausentes. Llenaste todo eso y más, cerraste heridas con besos y abriste mundos que no conocía, tu creaste un laberinto que recorriste hasta el final, yo quería que lo consiguieras, no por tí, que también, sino por mi, por ambos. 

Dicen que el principio de una relación es cuando te ciega el amor y no ves más allá de lo que te dejan ver. Yo en ti vi todo lo que quería ver, con eso me faltaba, veía tu sonrisa, veía tu cariño, veía cómo te importaba lo que me pasaba y me cuidabas de los problemas de la vida y del mundo. Veía como me acompañabas al Infierno al que necesitaba caer y luego me alzabas sin remedio, sin dejarme caer. Porque te quiero, porque me quieres, porque me amas y porque no puedo vivir sin ti. Siempre pensé en estas frases como puro humo, pero el humo se despejó cuando vi por primera vez tu sonrisa, desde entonces, a fuego se clavó en mi. 
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