Opinión | Si Dios estuviera ahí...

Partimos de la base de que nuestro país es católico, apostólico y romano. Poco importa lo que diga la constitución sobre que España es un país a confesional. Aún seguimos imponiendo medallas de la ciudad a santos y vírgenes y hacemos alcaldesas perpetuas a las patronas en cuestión. Es muy bonito honrar a alguien que, a pesar de todo, nadie sabe si está ahí. 

Hemos batallado en nombre de Dios durante toda nuestra historia, sea el cristiano, el árabe o los antiguos dioses romanos, vikingos o griegos. Nos gusta la guerra, está en nuestra forma de ser, solo que la hacemos en nombre de una deidad para que tenga un cierto sentido, sobre todo para aquellos que no miran más allá del propio burro que tienen enfrente. Puede parecer el tópico de la Historia, pero si Dios estuviera ahí, no permitiría que pasaran tantas cosas. Aún así, seguimos enalteciendo las Iglesias y donando cantidades de dinero a una Iglesia que tapa abusos sexuales como si fueran monedas del cepillo parroquial. 

Estamos hablando de una institución que te vende algo que todo el mundo querría tener, la inmortalidad, la vida eterna. Sin embargo, cada día pierde fieles alrededor del mundo porque no saben retener a los que aún creen en ellos. A veces la vida nos da unos palos demasiado fuertes para que te acabes creyendo todo. Como que su mensajero en la tierra tiene el derecho a vivir en un Palacio, en un país propio, mientras que el creyente se muere de hambre aunque vaya a misa todos los domingos. Si Dios estuviera ahí, este mundo sería algo mejor. 

El hombre necesita creer en algo. Ya sean en los antiguos dioses, como en los "nuevos" como en una cara pintada en un árbol. Necesita creer que, después de todo el calvario que se puede llegar a vivir en nuestro paso por la Tierra, hay algo mejor que resarza todo lo vivido. No tendría sentido aguantar lo que aguantamos aquí sin un premio, ¿verdad? Si bien es cierto que, aunque creamos en algo, hemos perdido totalmente el enfoque. Ayudamos a los ricos y destrozamos a los mendigos. Hemos hecho uno de los negocios más rentables de nuestra era únicamente por miedo. Por miedo a morir y que no haya nada más allá. 

Así pues, hemos consagrado iglesias, catedrales, palacios y oro a la adoración de alguien que, si nos atenemos a las enseñanzas de las Sagradas Escrituras, no pedía nada de eso. Hemos tergiversado un mensaje claro en otro diferente. El ser humano es capaz de corromper cualquier cosa, cualquier pensamiento y cualquier obra por tal de enriquecer sus bolsillos, o su ego. Le da igual a costa de quien sea, lo mismo da que sean miles de trabajadores en una fábrica de mala muerte cosiendo a precios paupérrimos que vendiendo una inmortalidad de la que poco sabemos a día de hoy. 

Si Dios estuviera ahí, haría algo contra los avaros y ayudaría a quién de verdad lo necesitara. En cambio, vemos como el avaro sigue llenando sus bolsillos gracias al mendigo que sigue creyendo en un futuro mejor. Vemos como viven en palacios y llenan las iglesias, los pórticos y las vírgenes de oro y opulencia mientras que el pobre creyente vive aferrado al rosario de sus padres. Ay, si Dios estuviera ahí y derribara los templos tal y como, supuestamente, hizo su hijo. Pero no, seguimos rezando a un trocito de madera, a una estampa, a un rosario de madera esperando una vida mejor. 

Algo que, si eres inteligente, labrarás por ti mismo porque está visto que, hoy día, miramos con admiración al avaro y despreciamos al mendigo. Todo un ejemplo de lo que somos como sociedad hoy día.
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