Opinión | In memoriam


En un país donde tenemos a las víctimas de una de las guerras más vergonzosas de los últimos tiempos en una cuneta o por debajo de una autopista, no es de extrañar que a los, hipotéticos, personajes ilustres les demos homenaje una vez estén a un metro y medio bajo tierra.

Somos especialistas en dar medallas in memoriam o pos mortem. Tenemos a nuestros más ilustres embajadores de nuestra cultura y de otros ámbitos cogiendo polvo cual si fueran piezas de museo antiguas en sus propias casas, en ocasiones en estado lamentable debido a la crisis y falta de trabajo en el sector, para luego, una vez nos dejan, darle la decena de homenajes, medallas, estatuas, nombres a polideportivos e incluso calles en ciudades españolas. No valoramos lo que tenemos hasta que lo perdemos, como ya dije en otra opinión.

¿Cuándo hemos dado un homenaje de verdad a nuestros grandes cantantes, escritores, actores y profesionales en los distintos ámbitos de nuestra sociedad? 

Diría que podría contarlos con los dedos de las manos y me sobrarían dedos. Siempre podemos hablar que en la televisión nacional pagada por todos nos encontramos los especiales navideños aunque, aún así, siempre están protagonizados por los mismos de siempre.  En un país en el que las víctimas de la guerra civil siguen en tantas fosas comunes como faltas de respeto cometemos a diario con nuestra propia historia, no nos sorprende que sigamos pasando por encima de nuestra propia memoria cultural.

El pasado lo rescatamos cuando queremos y nos viene bien para la campaña electoral o para enfrentar a otra persona que piensa diferente a nosotros. No queremos el homenaje en vida porque somos tan simples que lo relacionamos con una ideología o un momento perfecto para ello, no por el simple hecho de querer recordar toda una vida dedicada a su profesión. No hablo, solamente, de las personas famosas. Incluso en nuestro propio trabajo despedimos a quién se jubila con una chanza y poco más. Pocos o casi ninguno nos acordamos que ha dado quince, veinte o treinta años a la empresa con la que ha trabajado toda su vida. Nos despedimos de él cual si fuera un mueble viejo y a recibir a la sangre nueva con buenas intenciones, sin saber lo que le espera en un futuro.

Es por ello que no podemos pedir demasiado a un país que tiene a héroes bajo autopistas o en fosas comunes. Somos un país en decadencia que demuestra que es más importante rendir pleitesía a quién no lo merece y a quién si lo tenemos abandonado en el museo nacional o en sus casas esperando algo que jamás llegará hasta que no estén de cuerpo presente. El ejemplo más claro es el del Federico García Lorca, que no sabemos en qué fosa está,mientras que su asesino está enterrado entre honores en un panteón dedicado a su persona sobre los cadáveres que levantaron el mausoleo de la vergüenza nacional. El ejemplo más claro de lo que podemos llegar a ser. 
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