Opinión | De regreso al paraíso

Hemos estado ante varios meses de presión política por las elecciones. Los encargados de querer gobernarnos, ansiaban nuestro voto y es por ello que han bajado a la tierra, a las calles de tu ciudad, pueblo o pedanía en busca de tu simpatía. No ha sorprendido saber que ha sido la fecha donde más gente hemos visto trabajar en las calles, arreglando patios, inaugurando parques infantiles y quitando la maleza de las calles y carreteras. Vistos los resultados, a muchos les ha salido rentable bajarse al fango durante un par de meses con tal de ganarlo todo. 

Hemos sido bombardeados con el buzoneo político, carteles, reuniones, mítines o coches con la megafonía a un alto nivel para que nos enteráramos por qué deberíamos votarlo. Será que cuatro años de gobierno, u oposición indecente no le bastara al pueblo para saber qué debe votar y qué no. España ha demostrado que somos un pais de cal y de arena pues hemos visto las dos caras en tres elecciones diferentes, todo un récord para nosotros.

Si bien en las andaluzas, los propios fuimos atacados por dejar entrar a la extrema derecha en la junta y nos atacaron por vagos, maleantes por no ir a votar y decidir, en las generales vimos la cara contraria. El país, prácticamente, se echó a la calle para votar y decidir más que nunca su futuro. Si bien es cierto que cada uno es libre de dar su voto a lo que estime oportuno, la verdad es que hemos visto un cambio importante para aquellos que no queremos tener todo el día el sol en la cara. 

El político seguía en la calle apostando por su partido, sus siglas y su futuro pero no del que los vota. Ya conocemos estas campañas en las que, en un mes, quieren arreglar todos los problemas que no han tenido oportuno arreglar o darle visibilidad. Los demás caemos, casi como borregos, ante la diatriba de muchos de ellos y nos embaucan para cambiar nuestro voto en apenas un mes de diferencia entre tres elecciones diferentes.  

Las locales se han demostrado como unas elecciones de cal. Hemos visto como la extrema derecha ha vuelto a entrar por la puerta grande en muchos ayuntamientos al mismo tiempo que la izquierda, o populismo para muchos, ha salido por la ventana.  Al final, y en contra de una opinión anterior, Goliat ha ganado a David y los políticos ya pueden volver al ostracismo y pasar esa cortina en la que se olvidan del pueblo por otros cuatro años más. 

Regresan al limbo y el pueblo sigue aquí día a día intentando salir adelante mientras ellos no saldrán a mitad de legislatura a preguntarle por sus problemas. Ni siquiera se preocuparán, ellos ya tienen sus asientos, su sueldo y su futuro arreglado por cuatro años hagan lo que hagan. En definitiva, tenemos lo que tenemos por no arriesgarnos a cambiar las cosas o mantener lo que iba bien. España se mantiene unida en problemas importantes como lo son el fútbol, las cervezas en verano y, casualmente, su propio futuro. Es de entender que los políticos prefieran su paraíso a la realidad. 
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